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Maribi
ya te duermes de veras,
entre los pinos o las amapolas
con lavanda cercada en los cabellos,
con tu pelo ensortijado
con tu sonrisa de perla iluminada.

Te recuerdo alta y poderosa
capaz de conmover toda la noche,
solemne como el cierzo buscando su cueva guarecida,
dura como la lluvia que para y empapa los rincones.

Recuerdo tus palabras de un tiempo firme y precipitado
cuando aprendí que solo somos tesón,
que nuestros sueños alimentan la vida
que tenemos fe donde
el dolor participa de su vital deseo,
y que somos un camino
y nos corresponde recorrerlo a ciegas,

con la intensidad del gamo perseguido,
del amante que ama sin saber que será del final
amanecido.
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