J. cantaba borrachuzo, con la sor bilocada (era María de Agreda) colgada a las espaldas:
Si me voy a Texas, dejad que antes me muera en los llanos de Castilla,
dejad que mis ojos azules descansen en los palmitos de Urueña,
dejad que mi corazón se parta o se divida, o se multiplique mesetariamente,
dejad que sea un embajador de la España transoceánica.
Y si me voy a Texas,
quiero aterrizar en Houston o en San Antonio,
quiero abrazar a mis hermanos y si queda todavía tiempo,
visitar los cielos limpios de Corpus Christi para dejarme morir ,
si no agusto, liberado,
que tanto dolor ya no me espanta
que no puedo dormir de noche separado por su amor.