>Sí, los autores tenemos, por ejemplo, las Creative Commons como herramientas para publicar directamente en la red. Podemos licenciar nuestros contenidos de esta inteligente forma. Imagino que siempre convendría darse un paseo por el registro de la propiedad intelectual, para congraciar nuestros esfuerzos con el “Antiguo Régimen” de la gestión cultural.
Entregar tu creación a la red implica la protección de lo que has hecho. Pero lo más importante y es de lo que quiero hablar, encontrar las orejas que te quieran escuchar. Este segundo problema es el que a mi más me interesa. No lo digo por mi, pues me leen mis amigos con gusto, lo digo con el interés del que apuesta por el medio digital como la herramienta máxima de libertad.
Esto se puede enfocar de muchas maneras. Desde un punto de vista de simple difusión de la necesidad de comunicación o desde cualquier perspectiva de marketing, donde se busca en la eficiencia del esfuerzo definitivo por alcanzar un destinatario, un lector.
Comencemos con las obviedades: vivimos una sociedad “líquida” (lean sino a Zygmunt Bauman). Una sociedad que traga y excreta, donde lo nuevo tiene el valor totémico de intensificar el consumo. Abrimos la ventana a una sociedad hiperconectada, con millones de hilos y conversaciones que se entrecruzan. Nuestro discurso se desarrolla entre susurros, es apenas perceptible. Muchos piensan que sería más menesteroso acallarlo. Sufrimos muchas veces de un fenómeno de “intoxicación“, donde cualquier discurso de calidad es desterrado, o por lo menos acallado. La industria de contenidos se declara en lucha contra el principio de Goldhaber (economía de la atención), y postula la masificación y la industrialización como herramientas de rentabilidad empresarial.
Y el principio es simple: cuanto más, mejor.
Pero llegados a este momento encontramos una cadena de valor donde “más es más”. Los esfuerzos de marketing se condensan en ensalzarnos las virtudes de un grupo limitado de autores. En secuestrarnos el tiempo escaso que posee nuestras vidas. Todo esto siguiendo las directrices tradicionales del mercado, donde la oferta a más simple es más eficiente.
Vale, bien, y entonces, ¿qué oportunidades restan para aquellos creativos que no entran por el aro o que desafortunadamente no son seleccionados por la industria? Hasta hace poco diría hubiese dicho que “pocas” so pena de ser considerado un romántico, pero el desembarco del libro digital abre una ventana de oportunidad. Quizás sea una ventana breve si se transpone los modelos masivos de compra y lectura a la red. Tenemos, por supuesto, la “long tail”, puesto que creo que un mercado sediento de grandes números no tendrá capacidad ni interés por cifras por debajo de cierto valor. Allí reside la oportunidad. No hablo en términos de rentabilidad estricta. Que lo digo en términos de riqueza. Con los ereaders y dispositivos equivalentes tendremos una biblioteca casi en la mano. Y yo creo que pasará lo mismo que sucede ahora con la música, que buscaremos variedad, no tendremos ese chisme sólo para leer bestsellers, y justo en esta potencialidad los autores “libres” podrán hacer llegar sus textos. Seguramente el formato cambie, seguramente haya que adaptar nuestra forma de crear.
Pero allí reside lo divertido del momento que nos toca. En construir la estrategia para ese fin.
Y espero poder ser de ayuda.