Arrojamos al tiempo nuestro tiempo
como los dardos son al fuego
o como los sueños innecesarios a las postales rancias.
Por increíble que parezca
todo se subsume,
todo se dilata
todo se empaqueta,
hasta que por fin,
La Conquista innecesaria ya no conduce a nada:
Es un río de lava solidificado donde quedan
nuestros corazones huecos si antes eran parlanchines.
Imagino que muero y velo mi cadáver.
Otros me acompañan y me sonríen y me señalan y me gritan:
-¡Te jodes!¡El gran cabrón que fuiste y lo poco que abultas
ahora!