Un (re)encuentro.

>Parece mentira, pero ahora sí me consta que hay desgraciados (disculpen, hermosos lectores) que quieran visitar esto. Y fíjense.

Sin otro motivo especial, paseaba por Madrid. Madrid es una ciudad huérfana de cariño, la llaman así muchos; otros como yo, prefieren llamarla “ciudad privada”. Puedes pasarte años sin ver a nadie conocido, y tu intimidad se guarda celosa, como si fuese una cápsula a compresión.

Pues eso. Yo paseaba, la primavera rebotaba en los automóviles, su ronroneo acogotado, los pajarillos tímidos, reflejando sus primeros vuelos en las cúpulas doradas de los edificios del centro; hacía un fin de semana radiante y bien hermosote.

No sé porqué entré en el Retiro. Y me dirigí a la Feria del Libro. Imagínense, el griterío, la fiesta. Menudo agobio. Así que me senté en una terracita recoleta a vaciarme una jarilla de cerveza, mientras leía “Tres Tristes Tigres”. Evocador, ¿verdad? Así de tontorrones somos los poetastros.

Y créanme, pero a mi lado se sentó un antiguo compañero de Instituto de Valladolid. Al principio no me reconoció. Podríamos no habernos hablado de no haber sido por una ampulosa rubia que llegó y se sentó junto a él. El destino quiso que ella y yo nos conociéramos de algún curso intrascendente (Eva se llama, Díos mío, me contó que seguía buscando su Adán, hija mía, en la treintena) y por eso, educadamente me saludó. Alzó la mano desvaídamente y como mi soledad pareciera un poco fingida y ridícula, se acercó para ver que leía. Francamente, mi memoria, selectiva y frágil como la del resto de los humanos sí recordaba perfectamente a Eva, es especial sus pechos, sus caderas y su culito, en fin, su culito mucho más. Cosas de la vida. No crean que los poetas vivimos únicamente de pajarillos y cosas así.

Pues hablamos de alguna banalidad entrañable y cuando la conversación se agotó y nos despedíamos, mi antiguo compañero se aproximó para acompañar a la rubia, a Eva. Entonces fue cuando nos reconocimos. Fue una conversación breve, seguida de un intercambio de correos, una futil actualización de nuestro devenir, en fin, sin mucha trascendencia. Lo prometo, apenas me fije en él. La rubia llevaba las de ganar.

Pero he aquí mi sorpresa, que hoy he recibido un mensaje suyo. Y resulta que es lector de esta página. ¡ Saludos a mi compañero de Instituto !

Y os inserto parte de su comentario.

“… He leído tu blog. Me siento indignado de tu ñoñería. Pareces una panoplia hermética de escritor (¿qué cojones será esto?). Poemita arriba, poema abajo. Sniff, sniff, aja, aja. Intelectualillo cibernético…

Te propongo un juego: carteémonos y pega nuestros textos en tu blog. Compártelo con esa panda de cursis de tu experimento literario. Para escribir hay que vivir… y déjate de estrategias y pinturillas… deja de jugar con las palabras… ”

En fin. Veremos que resulta. Hoy he intentado cambiar mi estilo, en honor a él. A medida que me envíe sus textos los iré pegando por aquí.

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CIERRO LA PUERTA DEL CAFÉ.

>Hoy cierro la puerta del café – ojos navajas hierros ardientes – te veo como te vi aquella vez y me fijo como siempre como si la nieve almacenada hubiera de continuarnos por los siglos digo que me fijo en tus manos

Tus fuertes dedos

Al estrecharse y retorcerse la pose de marinero o tal vez leyendo el diario sección deportiva concentrado no serviría de nada chistarte repasando las últimas clasificaciones y tu Habana reposado sin hielo mito de film postal de silencio

Tu voz canosa imaginada

Oye qué me decías de noticias de los amigos perdidos o de la lluvia tornasolada últimas palabras arrastradas esa noche de no se sabe donde que coincidimos te miraba con las pupilas de Chavela – y te reías otra vez – tal vez inocente reposando los pasos

Tu calor angosto

Me estrellaba en los rincones allí donde tu ibas escondiéndote porque mirando tras esa corbata manchada eran los chistes groseros que tonta de mi no supe ver el aroma del tabaco o la noche gris abierta eras tu sentado casi donde ahora mismito te veo rezongando las disculpas sabiéndote buen amante – de veras de veras susurrabas –

Tu corazón abismal

Al que me asomaba sin pasarela diablo con dientes y cielo de sales decías cosas cabriolas caracolas olas y diamantes tan delicados como no deshacer mi boca y perseguir por la barra tus pasos un calor asfixiante y voces amigas que saludaba al quite desvergonzada – madre mía que sonrojo – arrojarte una manada de miradas abusando del momento

Tu bebías mi azorado escote

Como quizás ahora lo hagas a tantas otras pero aquella vez era toda mía no dudando la noche las altas horas mi pelo suelto entre tus dedos – agitando el trago – o la tonada que silbabas pegadiza

Entregándonos

Dijiste palabras bellas dijiste y me llenaste de voces irrepetibles tu americana lúcida donde escondías notas y direcciones de compatriotas – venga por ti esta última – donde me invitaste

Al cielo de estrellas

Eran las tantas y no podía arrancarme de tu cabeza no cesaba de arrastrarme tu son tu grito contenido o tal vez un hielo iceberg en mi pecho que habías mermado bailando desnudo en mi sueños de la pista del dance o la cafetería esperando

Tu llegada

Fueron días con horas irrepetibles Dios mío errantes llegando al trabajo tarde ardiéndome el pecho olvidándome de los compañeros solos tú y yo juntitos caminando a las diez borrachos perdidos pero qué le vamos a hacer

Si tu tiempo

Se me hizo tan breve tan inmediato sabes que todavía conservo tus estúpidos regalos como algo irrepetible no hay año nuevo que no recuerde tu pasión y tu beso la despedida que no entendí más tarde sí amargo caramelo sí caduco sí el final a tu manera de vivir

Nuestras vidas

Disjuntas al abrir la puerta del café tú sentado en otra mesa calor y música desconocida para una chica fuera de su ambiente y me saludas con tus ojos extraños lamento no fusilarte no herirte de muerte cerbatana al interior hierro en tus hombros acero simiente nuestras vidas se cruzaron en los bares y fueron de nieve ojalá tuviera mente de glaciar y de verte

Me permitieses al menos compartir un silencio y de rencor alguna copa de camaradería al menos alguna copa al menos.

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Indago la noche que me diste

>La encontré entre mis cuadernos de notas. Perdida, quiero darla su oportunidad.
Ahora que la leo, parece no pertenecerme. Es negra, dolorosa, triste. Pero dice algo de mi. Suena a Jazz.

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Hay poesía si hay muerte
Hay poesía cuando sobran las palabras
Hay poesía al quebrantar el grito su boca
Hay poesía a la luz del vano

Al lamernos las heridas,
Al encontrarnos, y no besarnos
Al besarnos y sentirnos miserables,
Al golpearnos las sienes por no haberlo hecho antes

Porque antes de todo
Siempre estuvimos y fuimos

Porque no fuimos valientes
Para sostener la poesía deshilvanada

Porque fuimos río y cáliz / – También ceniza –

La poesía plisada que derrochamos
En vallas en anuncios en locuciones insomnes

Allá por donde trasegamos,
Otros (per)siguieron nuestras canciones

Hay poesía cuando resta la tarde
Hay poesía en brazos / en vísceras entre las piernas
Hay poesía en tu abdomen.

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Exit

>Rescato un poemilla, “Exit”, tomado de “Versos arrancados de ti”.

Mis compañeros lo recordarán, puesto que más de una vez lo he leído entre cañas de cervecas y cafés con leche. Es un poema de huida.

Últimamente visito poco la salida
hacia “exit ” /
vendo mi tiempo bastante con desconocidos /

que necesito trazos o gemas entre mis dedos /
ya sólo valgo dinero,

he visitado al dentista / he visto
mi caries entre sus manos /

ser de piedra casi, como
ausentarse ante las obligaciones /

adueñarse de toda la tarde /
conocer tus ojos ya tan
verdes /
ser de nuevo, no talarme la
boca /

no ventear guantazos /
viajar en sidecar al
Sahara /
morir fusilado por
amor /

avanzar desnudo en la incertidumbre /

vencerse para ser poeta
volver la mirada con tu salida /

atizar los sueños /
ser acicate / ser quemazón de los versos.

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Penitencia de Don Quijote en Sierra Morena

>Es ya tarde. Una delicada llovizna resbala por el mentón huesudo, las cuencas roturadas y viejas de los ojos, soportadas contra la carne flácida de sus esmirriados mofletes. Y rodeándolo, la niebla, que se apoltrona contra las simas de Sierra Morena: espectáculo atroz de verdura, contoneándose tan fértil en el mes de agosto.

… Más al fondo, una minúscula posada, una pequeña luz encendida…

Aquel mendigo, cansado del trajinar sin rumbo, ha entrado en la fonda y su voz acerada pide descanso. Se mesa las barbas, largas y desfallecidas, para auscultar el tablón de precios. Parece solo tras la noche sola, como la mismísima oquedad de las tumbas abiertas. Hunde su cabeza y rebusca algún billete escondido junto al yelmo abollado. Luego, inmóvil, reza las palabras de su perrillo fiel, Sancho, siempre a su lado.

Mientras rumia la tosca cena, un paisano, tras la barra, acomoda el canal de televisión, pues hoy toca una visita del Principal Caballero, Amadis de Gaula: Mechón encerado, moreno dechado, despotrica sobre la sociedad canalla. Hay un ardiente sabor en sus labios sensuales; son las crónicas de sus amantes, sus aventuras filmadas, por las que los directores de moda suspiran. Orador de masas, alimenta su leyenda con amabilidad.

La imagen del televisor se funde en un halo de interferencias. Parece casi un sueño revivido. Ensimismado, el pobre corazón del Quijote tiembla: ¿Quién le salvará así mesmo del Quijote? ¿Quién heredará su tierra cuando no pueda ya levantarlo de madrugada? ¿Quién terciará por doncellas y desvalidos cuando los caminos se llenen con deportivos y neones atroces? ¿Quién, a gritos, señalará ejércitos enemigos, donde el resto ve tan solo rebaños mansos?

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Así conocí a Leopoldo María Panero

>El primer encuentro no es casual: cada vez soy más escéptico, aunque quisiera imaginar un equilibrio custodiado. Hará cosa de un par de años, aprovechando el día del libro, me di un garbeo por el FNAC de Callao.

Allí, en colaboración con Radio 3, se leían poemas. En realidad, cualquiera podía haberlo hecho. Alguien me llamó para que me apuntara. No recuerdo si fue un amigo o inclusive, un enemigo. Quizás me enviasen un correo electrónico. Por eso, valientemente seleccioné unos versos. Allí me presenté y sin temblar, esperé la anónima cola. Una diminuta muchachita leyó delicados, tibios poemas. Otro, un fragmento sonoro de Rayuela. El anterior a mí, líneas que no recuerdo de un amigo suyo ausente.

Mi epopeya fue breve. Alcé mi voz a las ondas y tal como llegué me fui. Me sentía emocionado, aunque no sabía que lo mejor aún estaba por llegar.

Como premio, en la parte trasera del salón de actos, me permitieron rebuscar, casi a oscuras, en una pila y elegir rápidamente un libro. No dudé y permití que el azar interpretará su comedia: tomé al vuelo un libro de poesía. Era un ejemplar negro, elegante de la editorial Visor. Quizás lo elegí atraído por las exactas palabras “Poesía Completa 1970-2000” y no conocer (bendita inocencia) al autor. Porque el destino es generoso, así me fue presentado Leopoldo María Panero.

“Si no es ahora ¿cuándo moriré?
Si no es ahora que me he perdido en medio
del camino de mi vida, y voy
preguntando a los hombres quién soy, y
para qué mi nombre, si no es ahora
¿cuándo moriré?
Si no es ahora que aúllan los lobos a mi puerta
si no es ahora que aúllan los lobos de la muerte
si no es ahora que está como caído
mi nombre al pie de mí, y boquea, y pregunta
a Dios por qué nací: si no es ahora
¿cuándo moriré?”

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Dije sí

>Receta: recítesen estas palabras para conjurar un momento o fotograma.

………………….

De verás dije sí mil veces /
(hechizado)

de veras recogí correctos excrementos
y los canjeé por ilusiones /

me convertí en payaso de tijeras /
subí y nadé como antes nadie /

de veras volteé mi cadáver y mentí

de veras sí, que dije
y cerré los ojos / como esperando.

Dije sí.

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