TEMPUS FUGIT: La madre

Hay muchos libros de empresa. Todos hablan del éxito. De sus recetas. Es una degustación pesada. Yo cada vez estoy más convencido de que realmente los leemos con una sonrisa entrecortada, porque todos sabemos que las cosas no son así. Mi relato habla de cuando vienen los hijos… entonces… entonces todos sabemos…

Que les guste. Esta vez, lo escucharán. Por cierto, la voz, de la fenomenal actriz y constructora de audiolibros Esperanza de la Encarnación. Inmensamente agradecido.

Pero si lo quieren descargar, junto con el resto: http://bit.ly/hihAWz

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Tempus Fugit Est: Libro de libros

En este gran poema de Luís Rosales, “ALGUNAS RELACIONES ENTRE EL DINERO Y EL FRÍO”, siempre he encontrado muchas verdades reveladas. Lo leí por primera vez de chico, aunque luego perdí su pista durante años, hasta que hace una década, más o menos, me lo topé por fin, sin querer, en esta pequeña obra maestra: DIARIO DE UNA RESURECCIÓN (Fondo de Cultura Económica – ISBN 84-375-0162-8). Es uno de mis libros de culto de poesía. Como era de esperar, arrancado de entre los cajones y olvidado en un puesto de la Feria del Libro de Ocasión de Valladolid.

Y ahora es un libro de libros en TEMPUS FUGIT EST.

Ah, perdonen por no haber presentado antes a mi poeta: Aquí Luis Rosales, aquí mis compañeros y amigos lectores que acompañan el vuelo de mi lechuza.

Imagino que será conocido por Vds. Para los que no, no pierdan más su tiempo (que no su dinero), cuelguen teléfonos, lleguen tarde a sus citas, como yo estoy llegando para teclearlo, y no se metan hoy en la cama sin dar un par de vueltas al asunto.

Pero lean, lean…

EL DINERO SE PAGA,
hay personas que tienen millones como hay ballenas que tienen tos
porque nunca salieron del Polo,
y son sietemesinas a la chita callando,
y no saben qué hacer con el dinero,
y no saben qué hacer con el frío,
pues el dinero es acromegalítico
y a veces hace crecer tanto
que se han visto ballenas que son mayores que una ciudad,
ballenas millonarias,
que no dejan dormir a nadie con su sola respiración en diez kilómetros a la redonda,
y esto es lo grave
ya que lo marineros suelen decir que quien las oye respirar por la mañana queda cesante un año,
y quien las oye respirar por la noche
se queda tramitado y ya no vuelve a recobrar el uso de ser hombre.

EL DINERO SÓLO ES DINERO CUANDO SE GASTA,
dicen los libros y los niños,
y este principio puede vacunarnos
ya que el dinero acumulado suele tener consecuencias muy perniciosas:
distancia al hombre de sí mismo,
le da poder incomunicativo de expresar su agradecimiento con un cheque,
le entumece los pies alucinándolo,
y en esto se parecen el dinero y el frío.
Tendríamos que aprenderlo para hacer palmas con las orejas,
ya que el dinero, como si fuera un espejismo,
que no lo es,
todo lo hace posible,
todo lo hace posible, y al mismo tiempo sucedáneo,
y tiene tanta fuerza que puede trasladar un monte o destruir una ciudad,

pero no puede dar una alegría,
sólo brinda satisfacciones,
satisfacciones retaceadas, pluscuamperfectos, convergentes,
que año tras año
dejan su anonimato sobre el rostro
igual que la sonrisa se congela en la boca del muerto.
El dinero ha perdido la inocencia,
si es que la tuvo alguna vez,
por tanto,
cuando llegue el momento en que una hora vale más que un vida,
solo debe importarte
distinguir claramente entre tener satisfacciones y tener alegrías,
esta es la clave de vivir,
no hay otra,
puesto que el alquiler de las ballenas suele durar un año,
el alquiler de las mujeres suele durar dos meses
y el alquiler de los políticos suele durar el tiempo que se tarda en hacer una arma.

Y
es cierto,
desde luego,
y contraproducente,
que la riqueza nos convence de todo, pues tiene arcángeles reumáticos
que pueden conseguirnos hasta las olas en que el año pasado nos bañamos,
además,
es idolatra
y crea de vez en cuando un nuevo Dios que no nos sirve para nada,
pues no basta hacer dioses, es necesario creer en ellos,
y la facilidad es descreída,
no lo olvides,
ya que nos dice la experiencia que quien consigue cuanto quiere,
suele tener un aborto de corazón,
y le sobra la vida,
y ya no sabe que hacer con ella.

DICE LOS DIPUTADOS QUE LOS MUERTOS TIENEN CONVERSACIONES ADMIRABLES;
las ballenas se convierten en islas;
hay olivos, hormigas, enfermedades súbitas,
libros que se han escrito de pie,
pueblos desmoronándose
y cantantes
demasiados cantantes que siempre están protestando de algo.
Sí,
es cierto,
ya sabemos que hay cosas muy distintas:
dividendos,
gobiernos insepultos sobre todo en España,
castraciones,
desperdicios y esperanza de mejorar,
amores transitivos e intransitivos,
y besos que se dan a noventa días como letras de cambio
donde no se tramita la saliva,
y siempre son el mismo beso hereditario,
la misma ruina tenacísima
y desde luego el mismo frío aglutinado y uniforme
que llega hasta nosotros desde los cuatro puntos cardinales.
Y es curioso observar que con el frío,
llega también un día
en que es preciso que vayamos al Banco para pedir prestada una peseta
y entonces cae sobre nosotros lo que algunos filósofos llaman la nevada del pobre
y buscamos el Banco entre la lluvia y la nevisca a la buena de Dios,
y empezamos a andar cada vez más atónitos,
más ateridos,
y cuando arrecia la tormenta
queremos esperar pero no queda tiempo,
queremos resguardarnos pero no quedan árboles
porque algún industrial ha convertido el bosque en palillos de dientes,
y cada vez está más claro que en torno nuestro sólo hay nieve,
nieve caída y manufacturada,
nieve monosilábica y cayendo,
y seguimos andando durante toda nuestra vida para encontrar el Banco,
pero andamos cada vez con más frío,
con más impedimento y poquedad,
y al fin tropiezas en tus pies,
y caes,
y vuelves a caer
hasta que no puedes levantarte,
y te quedas quietecito y sabiendo
que la nieve interior es más fría que la nieve exterior,
y en torno tuyo la soledad se convierte en un crimen,
y todo es cielo y una sola nube,
y todo es nieve y una misma nieve
cuando ya el cuerpo te amortaja y te viste de muerto,
y al contraerte tienes un vómito que se hiela al contacto del aire
y se queda colgado, como una barba amarillenta, sobre el rostro,

y comprendes que ya no puede sucederte nada
pues has llegado al éxtasis y sólo vives para ti,
el cuerpo ha decretado tu expulsión,
y te rellena,
pero de afuera a adentro,
mientras la vida se repliega, se sume, par-pa-dea
hasta que sólo queda en ti una oscura conciencia prenatal,
y no sabes que has muerto porque empiezas a ser feliz,
y la nieve va cubriéndote sin ver la luz…

y es tan dulce mirar sin ver la luz…

y es tan dulce no sentir en el cuerpo ni siquiera el latir del corazón…

no saber dónde cantan los pájaros…

porque tú ya no escuchas,
y te quedas al fin deshabitado,
y en esto se parece el dinero y el frío.

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TEMPUS FUGIT: El trepa

Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,
enemigo de la vid
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.

¿Qué sucede cuándo lo damos todo y nos olvidamos de quién realmente fuimos? ¿Cuándo entregamos el amor, nuestro corazón, nuestras tripas, y para llegar bien alto perdemos aquello que nos hacía especial, lo qué más nos pertenecía? En Tempus Fugit Est, sabrán por qué. ¡Ayúdenme con el 3er Premio Bubok Alfaguara!

…O por lo menos disfruten del poema de Lorca, serán 10′ bien robados a su trajín. ¿No les parece terriblemente actual?

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TEMPUS FUGIT: La madurez


«El modo en que un hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que éste conlleva, la forma en que carga con su cruz, le da muchas oportunidades —incluso bajo las circunstancias más difíciles— para añadir a su vida un sentido más profundo. Puede conservar su valor, su dignidad, su generosidad. O bien, en la dura lucha por la supervivencia, puede olvidar su dignidad humana y ser poco más que un animal, tal como nos ha recordado la psicología del prisionero en un campo de concentración. Aquí reside la oportunidad que el hombre tiene de aprovechar o de dejar pasar las ocasiones de alcanzar los méritos que una situación difícil puede proporcionarle. Y lo que decide si es merecedor de sus sufrimientos o no lo es.» (VIKTOR FRANKL)

Y mi breve relato sobre la madurez comienza así:

«Juan P. fue cesado en su puesto de gerente del Banco Integral casi rondando la cincuentena. Fue así de sencillo, así de simple, cualquier día de otoño le llamaron y negoció una salida digna de aquella corporación que lo había amamantado durante las últimas dos décadas. La contraprestación aunque no muy cuantiosa le permitiría desligarse emocionalmente de las muchas cosas que nos obligan a levantarnos con los ojos indignados, a sudar de madrugada para reconocer en nuestro destino un sin sentido que peligra…»

Porque la madurez es un proceso sorprendente. Es mirar siempre para delante y sacar de la mochila un librillo del que tenemos que escribir las siguientes hojas por necesidad. Viktor Frankl lo sintetizó perfectamente. Esta es nuestra libertad máxima, la libertad interior para decidir cómo será nuestro camino. Madurar no es envejecer. Es una parte de la fórmula pero es, creo, la que menos pesa. Y en nuestras empresas la vejez suena a peligro, y la madurez a cosa rancia, a persecución. Pero en este destino siempre hay muchos filos, y habrá que rebuscar en ellos como dice Viktor Frankl.

¡TEMPUS FUGIT EST!

El resto del cuento lo puedes terminar de leer gratis de la edición que realizo para el “3er premio Bubok Alfaguara”. Te invito a ello, te gustará.

PD. La foto, otra pequeña obra de arte de Julián Madroño. Muerte entre las flores.

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TEMPUS FUGIT: Requiem por la canción quebrada

«Andrés (viejo espartano), Andrés (astuto gladiador), que bebe y cabalga a las mujeres, que toma su dinero y lo convierte en arrobas de galas y éxito ¿qué vino a perderte si  todos apostamos por ti en casa?, ¿qué te pasó, si todos los enemigos pagaron ya sus tributos?¿Por qué nadie acude con la masa panadera a tus funerales?»

Requiem por la canción quebrada nació y desapareció muchas veces en mi cabeza. Se perdía entre los ficheros del ordenador y renacía para esconderse de nuevo. Así por años. Finalmente se trasmutó en un relato mágico. También cínico, y feroz. Habla del consumo, del agotamiento de los valores. Del vaciamiento hasta morir. Cuentan del gestor empresarial que se pasó la mañana y la tarde de su último día despidiendo a toda su plantilla. Y luego le tocó su turno, era evidente. También cuentan algunos la historia del despiadado jefe de producción que murió el día de su prejubilación, justo enfrente de los tornos de la factoría. Duramos hasta que nuestra misión asignada se nos agota. Entonces, desnudos, sale a relucir lo que somos y si es poco o nada lo que queda… pues…

«La frialdad del corazón de los hombres rivaliza con la piel de los muertos. Larga vida a los condenados a ser escuchados por mutantes del espacio, a los montañeros entretenidos en las cumbres, a los torticeros de las multitudes, a los agónicos que dejaron de fumar a tiempo. A todos nosotros nos llegará el tiempo de las peras maduras, será entonces cuando habremos de sumar o restar la cuenta». O algo parecido. Siempre sucede lo mismo. Nadie recuerda las palabras exactas. Por eso, sea cual fuese la ofensa, el laudatorio es recibido firme, y el sucinto cortejo abandona con prontitud la fila, te abandonan y te dejan humildemente solo, descompuesto, para así depurar la parva noche perdonada.

Esta es nuestra canción quebrada. La nota que se fractura y es interrumpida por el silencio.

Descárgatelo en Tempus Fugit Est

¡Ayúdame con el 3er Premio Bubok-Alfaguara!

PD: Foto gracias a Julián Madroño

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TEMPUS FUGIT EN ALFAGUARA

Bueno… o casi: Depende de un poco de ti.

Me presento con TEMPUS FUGIT EST al 3er premio Bubok y Alfaguara.

Una colección de relatos y una mirada crítica y divertida a los actuales libros de empresa. Unos pequeños bocados a la felicidad que buscamos diariamente en las oficinas y por la que nos pagan. Una reflexión sobre los sueños, las aspiraciones, el éxito, el amor y… la muerte. Casi todo sucede en la empresa, es el nuevo campo de batalla del siglo XXI. Y sus novelas, las nuevas novelas de caballerías. Aquí en la empresa el tiempo es breve y se nos obliga a levantarnos muy pronto y dejar pedazos o tal vez completa toda nuestra vida…

Y ahora les pido ayuda: sean mis lectores por un instante, vayan a Bubok y descarguen mi libro. Es gratis, leanlo hasta donde puedan, hasta donde lleguen. Sólo quiero sustraer el breve tiempo que les permita sus ocupaciones… y quizás abran así la puerta a Alfaguara. Que será la suya.

Ójala les aproveche.

TEMPUS FUGIT EST

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Navidad en el acantilado

>Aquel tarde, desobedeciendo a sus padres, ella se sentó al borde mismo del acantilado. Dejó sus piernecillas mecerse sin fuerza, los cabellos amontonándose frente a sus ojos y la vista pegada al horizonte. Las nubes grises de diciembre se deslizaban cargadas de humedad y lluvias venideras. Aquella desbocada naturaleza hablaba por sí misma; le decía que tendría fuerzas para crecer, para llenarse de razones y lanzarse muy lejos y ser mejor. La pequeña niña no comprendía que su futuro, siempre dispuesto a llegar, tejía sus raíces en aquel preciso instante.

Si hubiera permanecido más tiempo el vendaval le abría arrojado al océano. Habría desaparecido entre las olas y su nombre habría sido borrado de la faz de la tierra: habría muerto ahogada. Pero aquella misma inspiración, aquella que le hizo alcanzar su oráculo enclavado entre los riscos, también fue quien le guió para abandonar el lugar y volver a casa, justo a tiempo para llegar a la cena de Navidad.

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>2010 Angelus Novus

>
Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos Progreso.

Walter Benjamin, IX Tesis sobre el concepto de Historia.

A Klee painting named ‘Angelus Novus’ shows an angel looking as though he is about to move away from something he is fixedly contemplating. His eyes are staring, his mouth is open, his wings are spread. This is how one pictures the angel of history. His face is turned toward the past. Where we perceive a chain of events, he sees one single catastrophe which keeps piling wreckage upon wreckage and hurls it in front of his feet. The angel would like to stay, awaken the dead, and make whole what has been smashed. But a storm is blowing in from Paradise; it has got caught in his wings with such violence that the angel can no longer close them. This storm irresistibly propels him into the future to which his back is turned, while the pile of debris before him grows skyward. This storm is what we call Progress.

Walter Benjamin, “Theses on the Philosophy of History, IX”

Y como no, Laurie Anderson supo glosarlo como nadie en esta fenomenal canción: the dream before, inspirada en el relato infantil de “Hansen y Gretel”.

El mejor material para la mejor digestión del 2010. Feliz Progreso. Que les aproveche.

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>El cielo dirimido

>Estimados lectores, hace tiempo que no actualizo mi pequeño otero, que no es lo mismo que decir que no escribo. Las vacaciones fueron intensas en proyectos, unos más fructíferos que otros, pero la suma total sigue siendo buena.

Decirles que en este lapsus terminé un nuevo sueño: GOMORRA. Un cuento que trabaja mi visión de la narrativa empresarial. Me apasiona lo que sucede en nuestras empresas. En ellas encontramos lo mejor y lo peor.

Quiero descubrirles este pequeño fragmento de la obra. No les dirá mucho, pero para ponerles en contexto imaginen al ejecutivo, que una vez finalizado su trabajo (con éxito o no), es recibido por el “cielo dirimido”.

Que les guste. Deséenme suerte, lo he presentado a buenas puertas, concursos y lugares de propicia publicación.

PD. Recomiendo escucharlo con este aria de Rinaldo, de Haendel. Es la banda sonora de la obra.

«Dicen del cielo dirimido y de sus proximidades, dicen del sol, del tiempo que se nos vino, de la proximidad de la noche, del tiempo negro desvelado o revelado, del tiempo lelo o del cielo dirimido.

Acerca del atardecer de los soles. De las nubes trabucadas. Del cieno que huele a trinchera de combate. Del pecado original pero baldío. Del fin atisbado gracias al prócer hueco, de la noche dislocada, y en fin, que fueron también todas las ausencias y nuestros proyectos traviesos al atragantarse. Porque era tarde o fue demasiado pronto. O quizás ya no era, ni sirvió de nada, era la fruta no recogida del árbol. Pero nos pidieron salir con fuerza, salir con las botas puestas y semidesnudos o en pelotas cruzamos la calle, cruzamos las aceras ardientes, atravesamos los mares hasta alcanzar la platea del teatro público, y allí vociferamos a todos, nos jodimos allí mismito, y nos sobaron las tetas en directo, y del graderío nos asaltaban con insultos, y nos arrastramos en el cieno de los tirantes de la cacería, y fuimos como pécoras muy viejas, muy viejas, porque sucedió que se hizo tarde para aterrizar entre las tinieblas y fue que subimos a las almenas y fue que lanzamos dardos y caímos y fuimos de carne muerta donde luego hubo huesos y finalmente quedó solamente nuestro polvo.»

Éste era nuestro cielo dirimido.

«Yo tuve una gran piscina. Yo tuve varios coches de lujo. Tuve servicio. Tuve poder. Tuve secretaria, despacho. Tuve palco. Coche y tarjeta de empresa. Comidas con proveedores que se alineaban como esclavos para darme la mano, venían a besarme los tubérculos, era un plácido contubernio de focas obesas. Era la llamada del ganso, la sentina y cruel llamada del ganso fosco, aquel que no cabría por las puertas, aquel que no subiría las escalera sin la preceptiva humillación, la justamente correspondida, gentilmente aclimatada, la abonada, que reinó por una hora y que dejó escuchar sus gritos por las esquinas. »

[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=Vnoe_77kbr4&hl=]

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>Tempus Fugit Est

>Así comienza mi última novela “Tempus Fugit Est”, obra parida en busca de lectores o editores. Una colección de relatos que expía parte de mi reflexión sobre la felicidad humana y sus componentes dentro de la empresa “moderna”: los sueños y las aspiraciones, el éxito, el amor en sus diferentes vertientes, el fracaso, la muerte. Son pequeñas historias ficticias pero que siempre arrastran un poso de realidad, que remueven las entrañas del lector unas veces mediante una propuesta absurda que incita a la reflexión, otras por insinuaciones contagiadas de ironía o de humor, la más, a través de perfiles humanos que nos retan. Son largas horas las que dedicamos a nuestra vida profesional pero creo que muchas menos las que dedicamos a escarbar con interés en la pregunta: ¿Somos realmente felices en lo que hacemos?

Tiempo estimado de lectura: 10′

«Sed fugit interea, fugit inreparabile Tempus.» «El tiempo pasa irremisible, intensamente.» (Virgilio)

Los ingenios sobre el tiempo siempre han existido; fueron los dioses medievales, los constructos de los sabios quiromantes o las ensoñaciones de algunos matemáticos inefables del barroco europeo. Sentimos el tiempo como una odalisca fofa, un ave rapada que se contonea imitando una noria desmembrada; es la vejez que se torva oscura, que se rapa el vello de las axilas, que nos escupe y que nos engaña y nos acompaña por caminos equivocados hasta la muerte.
Peor sucede ahora cuando nuestra sociedad babea por el tiempo de los demás: y esto tiene nombre, lo llaman el capitalismo facilón del cronógrafo, de la agenda electrónica, del «possit», de las citas, del móvil ultracompacto que nos recuerda cuanto tenemos que hacer y que siempre hemos llegado tarde. Es la secretaria perpetua y automática que nos organiza la jornada, el remo de nuestra personal galera diaria, la que llama a nuestros clientes sin darnos cuenta e incluye los familiares y su revisión anual. «Tempus Fugit», tiempo en fuga, y tras él nuestra hirsuta felicidad, la de los mejores recuerdos adolescentes, la de los deseos irrealizados, son aquellos que embuchamos y que nos engordan en el comedor de empresa al recordarlos.
Erase que se era una sociedad anónima cuyo fin primero, su misión y visión eran ofrecer la felicidad a los terráqueos y en concreto a los habitantes de las grandes empresas, de las multinacionales. Y vendían que esta felicidad proporcionada debería corresponderse con la felicidad máxima, prudentemente personalizada para que sus clientes dispusieran de jugosos sueños: la capacidad infinita de dormir alguna hora más de madrugada, de mantener una segunda vida y quizás una ulterior oportunidad a la cual afanarse. Romper con la monotonía, el maquinismo del trabajo. Para conocer paisajes diferentes, para amar en tecnicolor y para morir por un ideal heroico y digno. Y nuestra organización tenía por singular nombre «Tempus Fugit» y con sabiduría hubo patentado un servicio en exclusiva que proporcionaría tal grado de bienestar y satisfacción: ofrecía a sus clientes empresariales «contadores de historias», cuentacuentos para organizaciones multinacionales, bufones disfrazados que se paseaban por las sedes y «headquarters» para animar así a los trabajadores cabizbajos, sobrecogidos por la incertidumbre de su responsabilidad. Todo esto, por supuesto, acompañado quizás por la dosis tecnológica precisa: cuentacuentos electrónicos por teléfono, DVD interactivos, canales de contenidos en la red, lo que fuera necesario para mejorar la «experiencia narrativa». Decía en su publicidad «créannos, que nos roban los sueños y nos hacen vivir a disgusto. Porque escasean sus trabajadores centrados y eficientes, nosotros les ayudamos a retenerlos, a recuperarlos y les pintamos sus sueños, aquellos que se les secaron, les construimos y envasamos aquellos que más les guste y necesiten.» Y luego mencionaban torticeramente a quien hiciera falta, siempre y cuando estuviese de moda, «porque se habla de la necesidad de construir nuestro sentido de vida», aunque por casualidad se les hubo olvidado mencionar que la felicidad tan sólo ocupaba un fragmento breve de nuestra libertad personal última. Aquella idea, la de contar historias también encerraba su doble intención. Guardaba consignas. Y los nuevos ensoñadores tergiversaban sus discursos mezclados con «product placement» y otras artimañas para incentivar un fiero «cross-selling», un arriesgado y taimado modelo de negocio. «Todo realmente innovador, todo muy cool»
Sus narradores por otro lado funcionaban a las mil maravillas. En nuestra sociedad de consumo esta empresa había discernido que contratando a un «pull» de escritorcillos frustrados y guionistas de segunda sería capaz de hacerse con la maquinaría atroz que ejecutará contenidos personalizados y bajo demanda. Siempre hay un san Martín a la medida de nuestra necesidades: para las azafatas, el vuelo en exclusiva acompañando a su actor favorito. A las teleoperadoras, un mes de silencio. A los poetas de los departamentos creativos, un atril y millones de lectores expectantes. A los solitarios financieros, una amante loca por los créditos revolver. De esta guisa buscaban ocupar las estrechas alacenas de nuestro tiempo vacante con emociones fabricadas, enlatadas y listas para el toque definitivo de «postponed emotion». Y ocupaban los corazones de dichos trabajadores para que no sintieran su propia infelicidad, latiendo con fuerza, sus canas y su calvicie agresiva, mezcla de estrés, mezcla de melancolía no diagnosticada a tiempo.
Imaginen: es el paisaje madrileño, los cuatro torreones del castillo que se yerguen sobretodo, el cristal y el asfalto, son pirámides con sus tumbas de faraones, que se ven desde cualquier lugar, desde la sierra, desde el río Jarama, desde San Martín de la Vega, son el punto atractor de nuestra mirada, camino y peregrinaje definitivo.
Imaginen: una gran cristalera de uno de estos mastodontes y el horizonte abierto, y las nieves que se enganchan en las cumbres y muchos metros abajo, la singular culebra de la N1. Una ligera neblina rezuma, el diablo que consigue alzarse sobre la contaminación metropolitana. Las mejores salas de presentaciones se localizan en los pisos superiores y su alquiler por horas cuesta una fortuna. Forradas de pizarra o mica, el cuero cruje y acaricia nuestros traseros. A pesar del lujo nadie quiere mirar la proyección, ni tomar las viandas de suculentos ibéricos acompañados de Pérez Pascuas, todos quieren arrojarse por las vidrieras y si tuvieran un catalejo buscarían su barrio, su casa, sus hijos marchando a la escuela. El lujo y la ostentación acompaña y atonta. Y a ultranza la altura parece hacernos un poco más dignos. Ésta es parte de la estrategia empresarial de «Tempus Fugit», conmocionar al cliente.
–Hemos diseñado nuestros contenidos cuidando fondo y forma, siempre sin ostentación ni ruido morfológico ni semántico. Evitando lugares comunes, «of course», arañando… –Este era Jaime Peñalver, el DC o Director Creativo, un pájaro de cuidado, ojos intensos, azules como la nieve, y pedazo de MFA de la Wharton Business School–…el interior, raspando los intestinos de sus empleados. Estos rellenan el formulario, todo muy simple y para el Consejo recogeremos las recomendaciones del «coacher» personal…
–¿Y habéis valorado los «adhoc meetings»? –Preguntó el directivo responsable del proyecto en la compañía cliente. Éste era un tipo más bien anodino, con voz arrastrada, visiblemente preocupado por cumplir en tiempo, que no en calidad, tal vez porque no entendía el sentido. No creía y lo disimulaba mal. Quizás por esto era el máximo responsable de las finanzas de la compañía, era un ser cuadriculado, era de los que decían que había que llegar uno mismo motivado al trabajo porque sino….era un fan del látigo y la orden perseguida, y así él cuidaba a sus muchachos del departamento. Y bien que le iba a su m
anera.
–Sí –Jaime Peñalver responde mientras consulta ciertas notas que hasta ese momento mantenía escondidas en su portafolios. Entona sugerentemente–:disfraces, siempre todo muy «casual», gente guapa, profesionales del teatro. No es un simple cuenta-cuentos a la puerta del edificio, no es un mero entretenimiento, es la catarsis misma –y enfatiza esta última palabra, pero lo bien cierto es que nadie en la reunión había leído a Sófocles, y se da cuenta de su error e interrumpe su discurso–… ¿más café?
Se levanta el responsable de la cuenta, se atornilla la sonrisa y sin quitar la mirada de la cristalera espeta:
–Claro, con los resultados del piloto les propondremos nuevos cambios, adaptaremos los objetivos a sus particulares necesidades, complementaremos el «media» y les ayudaremos en la comunicación interna. ¿Qué fechas…? –Siempre, siempre, las puñeteras fechas, más todavía si se quieren cumplir los objetivos de ingresos del semestre. Aquel cliente pagaba mucho, era un pez gordo, harían lo que fuera por fidelizarlo a martillazos, por adherirse a sus ricas ubres –¿…Qué fechas manejan para adjudicar el contrato?
Aquel responsable de la cuenta tenía un simple objetivo. Zamparse al cliente, volver a casa con un «sí» a cualquier precio, sus jefes han sido explícitos: «sus huevos o tu cabeza», y aunque no hacía falta ese lenguaje soez, él sabía que lo ejecutarían sin temblarles un ápice del peinado. Y aunque extremadamente «senior», tipo experimentado que paladeaba el miedo y la adrenalina, sentía como cualquier otro el tiempo fugaz, su tiempo, que se le resbalaba en la clepsidra, agotándose. Entonces mira a Peñalver y le hace una seña cómplice; es la hora de la infantería pesada. Aquel contrato los haría ricos, sólo había que mirar la cara de esos desgraciados. Sabía que estaban en sus manos. Hace un gesto y un panel se desliza y deja al descubierto una inmensa pantalla de plasma. Engola la voz, aquello lo ha practicado miles de veces. Lo sabe de memoria. Un toque de efecto y a los clientes se les cae las bragas, aquel video que van a proyectar impacta, conmueve, les hace volar.
–Señores, llámennos raros pero en «Tempus Fugit» todavía creemos en la literatura. Creemos en su capacidad de transformación, en la magia de las palabras. Vamos a enseñarles una cata de nuestra propuesta de textos para su piloto, pueden estudiarlo al completo en el «Customer Agreement» que les entrego. Nos han hablado de la situación de su empresa, de la crisis de su sector, del horrible fracaso que están experimentando sus lanzamientos. Su última encuesta de motivación revela datos alarmantes…
–Siga, todo eso lo sabemos. –Era el directivo de la empresa cliente que se impacientaba.
–…Creemos que no valen ni son efectivas las actividades tradicionales: convenciones y encuentros semestrales en hoteles, regalos, cursos sorpresa, mejoras de horarios, rotaciones… no, no, hay que llegar al fondo… tocar diana. Conmover el corazón de sus trabajadores, hacerles pensar en la cama por las noches sobre los orígenes de su amargura, descubrir qué deberían cambiar para ser más felices, y de paso llegar al trabajo a su hora. Ellos están ocho horas con Vds., les tienen secuestrados, en su terreno. Es el lugar propicio para…
Entonces la luz de la sala se desvanece. El directivo de la empresa cliente se recuesta en el sofá de cuero, bosteza levemente dispuesto a escuchar. Y es que tiene encima con este proyecto de motivación un severo problema y debe quitárselo cuanto antes. Salvo que sea un pestiño insoportable firmará aquel tonto piloto, pero eso se lo guarda por hoy, lo dejará desgranar, y se lo comunicará en un par de semanas; conseguirá cualquier ventaja adicional de pasta. Sabe que su empresa está debilitada, en retroceso sino en franca destrucción; si esto ayuda a alguien, tiempo tendrán de verlo.
O quizás no, quizás ya no les quede tiempo. Pero esto, por el momento nadie se lo imagina.

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NOTA: He elegido este vídeo de Bob Dylan como “soundtrack” de mi libro.
Aquellos lectores de la novela sabrán entender las razones.

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