El día que J. aceptó ser detective delegaría su destino al designio del sol y sombra. Relegó sus sueños al rincón pútrido de las esquinas que nunca barreremos, con sus arañas depredadoras, sus cucarachas macilentas y todos estos bichos que odiamos y amamos en nuestra casa… pero que estorban.
Aunque J. era mucho más que todo eso, y si bien mirado era un tontorrón, un obseso perseguidor de mujeres (en la distancia), un vil pajillero que había trabajado intensamente para arruinar su vida. Y en la relación anterior de adjetivos debo incorporar lo siguiente: era también un vago.
Con todo lo anterior, digo, que no debamos esperar mucho de él. Al menos esto me contaron. Y cuando la editora me llamó y me dijo que un bufete de la Gran Vía me estaba pagado un guardaespaldas, al principio tuve miedo y luego sorpresa y luego cuando lo vi me indigné y pensé que mala suerte tenía, y que «este tío es un cerdo pero que muy cerdo».
Y J. estaba allí, como un pánfilo, en la caseta, mirando qué sé yo. Vestía todo de negro si bien a fuerza de lavadas la camisa se desteñía. Estaba sentado en una silla, en la jodida silla donde iba a estar sentado yo firmando minutos después. Le sonreí y me presenté. Ni me prestó atención, miraba las colecciones de cine, o quizás fuera una novela de Thomas Mann y luego supe que tan solo leía a Jim Thompson, a lo sumo poemas sueltos de Panero. Luchaba de esta forma, leyendo a los grandes fornicadores, por sobrevivir, y salvar, algo de sí mismo, lo que fuera.
Luego tomó mi Spanish Texas de la mano, leyó su contraportada, abrió una hoja cualquiera y después de releerla me preguntó que por qué querían matarme. Por suerte subieron en aquel momento la persiana de la caseta, y la larguísima cola me obligó a carraspear con fuerza a J. exigiendo abandonara aquel sitio, pues era mi lugar. Finalmente le aparté de un codazo y no pude sino ponerme a firmar. Él se quedó a mi lado custodiándome, con la mano metida en el bolso, en lo que parecía era la pipa. Misteriosamente nadie preguntaba por él. Mis lectores se aproximaban, esperaban su turno y charlábamos, siempre ignorándole. He pensado después si fuera una alucinación de mi memoria.
Hoy me volvió a llamar el editor y me dijo no sé que de Valladolid. Algo del 18, por la tarde, Plaza Mayor, en la gran Feria del Libro de la ciudad. Allí estaré, por supuesto. Y claro, está, a mi lado tendré a este detective bilocado, el tal J.
¡Dios le parta un rayo!
Category: Mis relatos
Mi pequeña obra, mi literatura que espero os entretenga y os conmueva
#SpanishTexas #FeriaDelLibro de Madrid. Retiro. 4 de Junio, Sábado, de 11 a 13 horas, caseta 42, LATORRE LITERARIA
J. ensoñaba con los corridos mexicanos, aunque no menos con los pasodobles de Estrellita Castro. Entre lo ambiguo, lo blanco y negro, lo despechado y lo trasatlántico, J. y Estrellita compartían bilocadamente su piso de Vallecas en una especie de «melee» sincopada. Y se cruzaban los lloros y cantos de la coplista con los pensamientos de J., o quizás fueran los de la Jurado, la Piquer o la de cualquiera de las turgentes divas que convivían también en su mente y que no paraba de escuchar. Apenas abría los ojos con aquellos coros, estos se le colaban insidiosos, y como dardos oxidados le recordaban sus trabajos y menesteres detectivescos: que no era un despertar, era un sobresalir un palmito del coloque perenne del el sol y sombra amodorrador.
Estrellita había dicho que «las madres nunca abandonan a sus hijos». Aquello producía unas lágrimas horrorosas en nuestro detective, una suerte de amalgama de vida (la suya) y de abandono, aquella vida que había sido arrojada por la pila del lavabo, y cuesta abajo se le empujaba atragantándose porque que no le dejaba respirar… salvo quizás si medraba por las noches en busca del recogimiento, reposando en bustos y caderas desconocidas y por los clubes de alterne.
Aquella mañana recibió el insistente recado del bufete. Era una reconfirmación. Debiera irse preparando: en una semana, aquel sábado, entre las 11 y las 13 horas, debiera ser guardián y custodio apolíneo de aquel escritorzuelo, ese tal Félix, en La Feria del Libro de Madrid, caseta 42, LATORRE LITERAIA. Aquella Spanish Texas le estaba fastidiando bastante, pues ni siquiera había llegado el día y ya le reclamaban su atención.
Y le habían enviado un perfil disciplinario del gachó. Su mentón prominente le recordaba al de Lenin. ¿No sería la advocación del revolucionario?¿No sería un retorcido retorno a la civilización europea del finado? Se quedó muy preocupado y empezó a pasar las hojas del libro intentado comprender… ¿quién sino, alguien fuera de sus cabales, escribiría semejante dislate sobre la imaginería y la frontera americana? ¿A quiénes salvo a depravados o tartufos habría de interesar?¿Qué fábula debieran incendiar las hojas para precisar el escritor de protección personal?
La sombra de la tal Estrellita se le apareció de nuevo, si bien aquella vez, parecía transformada e iba cubierta de un intenso manto azulón. Sus ojos inmensos le sonrieron, dijo algo en inglés que no supo entender, y hasta pudo parecer que le lanzaba un beso al aire.
―¡Al menos esta mujer creo que me ama!
Y se arrojó a la cama, entre borrachuzo o seminconsciente, con el dichoso Spanish Texas abierto por la portada y su toro de Osborne, pinchándole con sus astas, casi acechando las ingles.
Firma de #SpanishTexas en la Feria del Libro de Madrid. Retiro. Día 4, Sábado, de 11 a 13 horas, caseta 42, LATORRE LITERARIA
J. tenía por costumbre pasearse entre las callejuelas del centro de Madrid. En realidad se dedicaba a la caza furtiva de infidelidades o a cualquiera de los embustes de malandrín que buenamente le encargaba el bufete donde trabajaba. Perseguía así a las parejitas abrazadas o sobándose, apoyadas contra los portalones de la Gran Vía. Pronto aprendió que era más fácil usar el móvil para retratar aquellos tímidos momentos y fue que abandonó su vieja cámara de carrete. Por desgracia todo fue a peor, cuando mezclaba e intercambiaba los rostros de sus perseguidos, y fue que inventaría una señera epopeya de conspiración e infidelidades barajadas y ficticias, mezclando sin orden ni sentido los retratos de las parejas que espiaba. En suma, fue todo un lío.
Finalmente el bufete le avisó para que detuviera sus casos, y lo más importante, que no siguiera con aquel modus operandi. Tenían una riada de quejas. Y J., en su descargo, les habló de aquellas profundas ensoñaciones que lo dominaban (en realidad, cuajadas melopeas y bilocaciones del alma) y él mismo les sugirió que debería hacer algo mucho más simple, lerdo, y por supuesto, sin salsa ni valor. Lo decía mientras meneaba, casi desarmado, el sol y sombra frente a las narices de su contacto en el bufete.
―¿Entonces quieres ser guardia jurado?
―¡joder, por supuesto!¡Eso es!
―Mira, tenemos un trabajo bastante interesante en dos semanas: un tipejo insulso y ridículo a quien debes custodiar
―¿Un tío importante?
―¡Para nada! Un tipejo calvo a quien la embajada nos ha pedido explícitamente le protejamos
―¡Mmmm! ―se rascó la barriga y eructó― ¿Droga?¡Tráfico internacional de armas!
―…Peor aún… su último libro… Spanish Texas. Ha escrito en él algo que debe hacer cabreado a … a algún pez gordo… de Texas o de Nuevo México… no lo tenemos muy claro… el caso es que firma su novela en la Feria del Libro de Madrid, este 4 de Junio de 11 a 13 horas, en la caseta 42 de LATORRE LITERARIA, y creemos que pudiera ser un escándalo si el supuesto interfecto cabreado se presentase… y te necesitamos para que estés allí, y nos eches una mano protegiéndole… el novelista se llama Félix Hernández de Rojas, apunta.
J. tosió y casi se atraganta del susto. Aquel nombre le venía a la memoria y no sabía de qué. Eso de Texas le recordaba a los corridos, a la frontera, a los búfalos o a los toros, que siempre se liaba con todo esto y cosas así… ese Félix debía ser un pelanas de cuidado. Y ciertamente de cierto famoseo, puesto que J. solo entendía de malas novelas negras o de filosofía de tascas.
―Te llevará apenas un par de horas. Puede que haya jaleo, así que no olvides lo que tú ya sabes ―y señaló, guiñando el ojo, un bulto bajo el sobaco de la chaqueta, y lo que creyó que debiera ser su herramienta de detective… pero que no era sino un gurruño del último Marca, que siempre le servía para acompañar sus insípidas esperas.
J. estaba feliz. Era primavera avanzada. Tenía una excusa para volver al Retiro, apostarse en aquella caseta y esperar a que el escritorcillo terminase de firmar los ejemplares de ese Spanish Texas. Y mientras, contaría los culos al menearse. ¡Ah!, ¡qué ocasión más propicia, entonces, para echar una siestecilla! y allí, recostado al solecito, viajar a todos aquellos mundos transoceánicos, con aquellas aventuras donde él cambiaría el discurrir de la Historia, si es que la Historia tuviera un discurrir pero también un incierto destino por ser mutado.
El gran mamporrero de la España cañí (1)
Él decía denominarse «mamporrero de políticos» y eso sonaba raro-raro, mucho más si cuando te lo decía lo hacía casi siempre con un tubo de cerveza entre las manos. He olvidado y tergiversado en mis recuerdos tantas de sus historias que los bandos y las siglas se me retuercen y si tan siquiera hubiera de narrarles una de ellas, haría grave apaño a los aludidos. Por eso he decidido callar. Ni miento por error u omisión.
Mi amigo, el «mamporrero», era un tío pagado de sus aventuras. Se decía trabajador del poder, desmembrador de encrucijadas y putero de la realidad. Me decía que en las orgías los ideales o posicionamiento son casi siempre muy relativos: tú encima o debajo es el sustrato básico y después… pues es todo ponerse a hablar y va veremos…
Tuve la sensación que en sus muchas de sus historias inventaba e idealizaba a sus políticos: y no eran ni tan vagos ni tan mediocres, y por otro lado, tampoco eran tan dechado de virtudes.
Y yo siempre les vi, creo yo, un batiburrillo de pasión, orgullo y dinero. Vaya que sí… y sobre todo esto último…
Pues va por ellos estas historias y vamos al lío…
#ImaginadoCervantes #ImaginadoQuijote #porMaríaZambrano
A veces se imaginaba al esqueleto de Cervantes reclinado sobres los papeles, leyendo así las palabras dedicadas por María Manzano. Ambos se habían lanzado por caminos polvorientos, él había estado cautivo en Argel, ella en México, y ambos ansiaban una oportunidad para que el hombre se lanzara al alba, al alborear, a ese estado de libertad indeciso. A ese estado de reclusión del que tan solo la locura e imaginario de los hombres nos permite escapar.
Por eso y por mucho más Cervantes ideó su Quijote y por eso se lo imaginó también abandonando su hacienda manchega. Únicamente para que María lo reprodujera años después en aquel discurso magistral.
Lo revelador, lo más sagrado llegaría casi 400 años después. Fue Cervantes un tipo callado. Rumiaba su futuro, eso decían, pero él creía sino creaba su futuro, o más bien, lo barruntaba.
A veces él, el Quijote, se imaginaba los huesos de Cervantes, pues fue éste su amo, levantándose, siendo llamado por Cristo como lo fue Lázaro tiempo atrás. Y era su calavera que se reía, y los párpados vacíos, y las cuencas, y todo eso que los muertos echan en falta cuando se nos aparecen.
A veces el Quijote se imaginaba la voz de su escritor que se resignaba y lloraba en soledad, como siempre hacen los muertos. Era a la vez grito y silencio. Porque todos hablaban de él pero nadie se detenía a escucharlo. Nadie se reclinaba sobre las comisuras de sus labios.
Menos mal que María Zambrano aún resistía con las hermosas palabras recitadas en aquel discurso, y entonces se le acercaba y le decía que aún quedarían locos suficientes, locos sueltos para celebrar su no-carnaval. Y es que lo importante comenzaría al día siguiente, pues sería el momento de abrir las tapas y leer sus ingenios perennes.
#SpanishTexas entre los 700 libros policiacos más vendidos en #Amazon #graciasatodos
El misterio de las cartas de Navidad #MerryChristmas #FelizNavidad
Un día previo a las Navidades, dos revoltosos hermanos de nueve años junto a su hermana adolescente paseaban frente a unas galerías comerciales, cuando se encontraron sentados en un banco a cinco tipos un tanto peculiares. Parecían cabizbajos, meditabundos, tristones, hablaban en voz baja, como compartiendo un asunto relevante. Tres de ellos iban disfrazados de Reyes Magos, otro de Papá Noel y un último era realmente pequeño, ¡diminuto, en realidad! y tenía unos largos bigotes y rabo y ¡parecía un ratón! Por el cansancio de sus rostros podrían no haber dormido la noche anterior. Ante la singularidad de aquel grupo, los niños, camino del quiosco, se detuvieron curioseando y comenzaron a revolotear a su alrededor y a preguntarles con inocencia. La hermana, mientras, miraba de reojo, pensando que eran los actores de algún casting Navideño, y se mantenía expectante para ver por dónde discurría el encuentro. Entonces aquellos cinco personajes se comportaron con enorme dulzura, agradecidos por el espontáneo interés, como si un gran momento hubiera acaecido y abandonaron momentáneamente su tristeza para atender a los niños. Y algo mágico sucedió entonces cuando a aquellos cinco seres se les iluminó el rostro con intensidad, y uno de ellos, el que parecía un enano con pinta de ratoncillo, se adelantó y terminó contando a la familia esta historia, su historia, asentida por el resto, mientras todos la escuchaban:
Por increíble que nos parezca los Reyes Magos habían dejado de recibir las cartas de los niños. Todo había sucedió gradualmente, poco a poco y años tras año, ya que cada vez llegaba menos correspondencia navideña… y así las sacas de Correo Real eran menores y más enflaquecidas… hasta que finalmente, precisamente aquellas últimas Navidades, hubieron de admitir la horrible y evidente realidad: ¡no habían recibido ni una sola! Con urgencia llamaron a Papá Noel, pensando que se trataba de algún problemilla informático, o quizás que los Pajes Reales, siempre diligentes hasta la extenuación, hubieran estado enredando con alguna picara broma. La sorpresa fue pistonuda, la central logística de Papá Noel se encontraba en un completo caos, y los Nomos y Duendes tecleaban ferozmente en las pantallas buscando un enigmático error. Y era que el anciano Noel tampoco había recibido carta alguna. ¡Ni una sola! Inclusive, a la desesperada, avisaron al ratoncito Pérez, sabedores de que los dientes de los pequeños se les caen ajenos a las fiestas navideñas. Y allí, cuando acudieron con prisa a su pequeño palacio, lo encontraron sentado en la diminuta silla, encogido y apesadumbrado…, el pobre ratón gemía y gemía. Era cierto que había notado bruscamente el descenso de las peticiones de los infantes… y no lo había dado importancia hasta ahora… porque… porque ahora tampoco él ya recibía dientes ni carta alguna de los niños…
¿Qué misterio embarcaba a los pequeños del mundo y a sus cartas como para no enviarlas en tan señaladas fechas?¿Y qué relación guardaba aquel misterio con el ratón Pérez?
Así que pensaron que lo mejor sería comprobarlo directamente. Por eso montaron un grupo expedicionario de incógnito. Eligieron unos disfraces, lo más razonables para no ser descubiertos y marcharon en dos equipos: los tres Reyes, disfrazados de abuelos, irían a unos grandes almacenes y preguntarían allí por los regalos de los nietos. Noel y el ratón Pérez también probarían suerte y para interrogar directamente a los niños buscarían trabajo en otro gran centro comercial, concretamente en la sección de juguetería infantil.
Los Reyes Magos aterrizaron, pues, en pleno Adviento, en un macro centro comercial lleno de luces y con la música bastante alta. La gente marchaba con prisa. Y parecía asustada. No paraba de mirar al reloj. Los niños corrían de un lado a otro, perseguidos por sus padres y gritando y señalando las estanterías con estupor. Melchor detuvo a uno de ellos y le preguntó con delicadeza dónde iba tal alterado:
―Voy a entregar mi carta. Déjame… ―y se zafó de él con fuerza
Aquella expresión le sorprendió a Melchor por maleducada. El niño temblaba agotado. Detrás el padre se excusó:
―Perdone al niño. Hoy es el último día para pedir sus regalos de Navidad y no podemos esperar… ―y marchó escopetado sin dar más explicaciones
Por eso decidieron saber a dónde iban los niños y los padres con esas prisas galopadas. Fue una carrera terrible, y tan sólo Baltasar fue capaz de seguirlos ya que siempre había sido un gran atleta. Finalmente llegaron a un elevado estrado, repleto de adornos chillones, donde una larga hilera de niños berreaba y al final de ella… un pajecillo recogía sus cartas y sonreía forzadamente dando besos y achuchones a diestro y siniestro.
―Oye… pero sí ese paje no es uno de los nuestros… ―le susurró Melchor al resto de reyes con cara de sorpresa―…ese impostor se está apropiando de nuestras cartas…
―¿Y qué hará con ellas? ―le replicó Baltasar muy preocupado
Disimularon pacientemente esperando a que terminase la jornada en el centro comercial para ver qué sucedía con las cartas allí recogidas. Mas fue fácil comprobarlo: El falso paje cerró su chiringuito y cansado, abandonó las cartas ¡al servicio de limpieza! y así se deshizo de ellas de un plumazo. Aquello fue desalentador. Mientras tanto, Noel y ratón Pérez habían solicitado un puesto de promoción comercial como duendes de apoyo en el expositor de tecnología de un gran centro. El responsable dijo, ¡realmente son unos tipos interesantes, con esas barbas inmensas y bigotes negros harán las delicias de nuestros pequeños clientes!
Pronto Noel y Pérez comenzaron a atender a los pequeños, si bien se percataron que ellos sabían perfectamente lo que querían. Porque detrás iban sus padres con la lengua fuera, apuntando detalladamente los números de catálogo y recibiendo explicaciones de sus hijos sobre las ventajas de un producto respecto a la versión anterior, evidentemente ya obsoleta. Finalmente les entregaban las cartas a Noel y Pérez, repletas así de siglas incomprensibles y estos las apilaban siguiendo las indicaciones que habían recibido esa la mañana de la dirección de la tienda.
Al llegar la hora de cierre, Noel y Pérez preguntaron al encargado qué deberían hacer ahora con todas estas cartas de los niños:
―¡Pues qué va a ser! Tirarlas a la basura…
―¿Y dónde está el Servicio Oficial Postal de Papá Noel y de los Reyes Magos? ―preguntaron al unísono, mas no obtuvieron ninguna respuesta.
Un escalofrío les recorrió todo el cuerpo. Temían lo peor.
Cuando aquella misma noche se reunieron los cinco, intercambiaron entre sí los detalles de sus aventuras. Ahora ya lo tenían claro, aseveró Papá Noel. Los niños estaban siendo engañados por los falsos pajes y nomos. Es más, la ciudad estaba plagada de falsos Papás Noel y Reyes Magos de tres al cuarto que ni siquiera estaban acreditados como miembros del Oficial Cuerpo de Dobles, cuyo fiel cometido siempre había sido hacer llegar abrazos y cariño a todos los pequeños de la tierra. Pero todavía había dos preguntas: ¿qué había pasado con sus Pajes y Nomos Oficiales y por qué los niños no echaban en falta las cartas y sus deseos cumplidos? Por ello decidieron que continuarían investigando aquel misterio. Eso sí, irían todos juntos y preguntarían a los falsos pajes y nomos haciéndose pasar por sus compinches.
A la mañana siguiente comenzaron pronto aunque la cosa fue más bien fácil, porque rápidamente cuando encontraron a los falsos nomos se burlaron rápidamente de ellos y les explicaron con claridad:
―Es evidente, ya lo sabéis, las cartas ya no son necesarias, hace tiempo que prescindimos del Oficial Cuerpo de Dobles de Reyes Magos y Papá Noel puesto que los niños reciben todo lo que quieren… en realidad, consiguen mucho más de lo que precisan.
―¡Es cierto!, ― les confirmaron unos tipos disfrazados de Papa Noel mientras se mofaban de las ilusiones de sus pequeños clientes―, ahora los niños reciben cuanto piden, y ya no desean con pasión… ni nadie sueña con ello por las noches. Sus padres o ellos mismos se encargan de decírnoslo directamente para que no les falte nada de nada… o les saturamos el coco con todos estos chismes de los anuncios… y luego los fabricamos… y ya está, y los enviamos a las casas mediante los Reyes Magos falsos y sus secuaces. Los Reyes Magos de antes ya no importan a nadie… y no es necesario que los niños tengan ilusiones… tan solo queremos que posean cosas y más cosas y cuántas más y más caras… pues mejor.
Aquello dejó helados a nuestros cinco héroes.
―¿Y qué pasará con Ratón Pérez? ―preguntó el Ratón albergando alguna esperanza, ya que no le habían mencionado
―Olvídate. Fue súper fácil librarnos de él. Porque ahora los niños quieren todo rápidamente. Hemos desarrollado un servicio exprés de reparto nocturno. En cuanto a los niños se les caen los dientes, tenemos el regalo debajo de su almohada y listo. No uno, ni dos, ni tres… ¡todos los que se les haya pasado por la cabeza!¡Es una maravilla!¿No te parece genial?¡Nos estamos forrando!
El problema tenía una pinta espeluznante. Los cinco héroes llamaron a sus Duendes Oficiales de Campo, un fornido equipo de fieles trabajadores que hasta aquel momento habían sido responsables de la recogida de los deseos de los niños y de procesar sus cartas para seleccionar los más importantes de cada lista y hacerlos llegar en Navidad. Comprobaron con horror que la historia de los falsos Reyes Magos, Papá Noel y Ratón Pérez que proveían de cuanto se imaginaban los niños era cierta; es más, los verdaderos Duendes de Campo ya habían sido desplazados casi por completo de la tierra. ¡Fue fácil!, les dijeron, pues aquellos centros comerciales y tiendas tan solo buscaban se consumieran regalos y cuanto más mejor y cuando descubrieron las formas de conseguirlo… sencillamente fueron arrinconando a los Verdaderos Duendes sin remisión. Ahora apenas les quedaban cuatro puestos y siempre en los lugares de menor interés y apenas transitados por niños. Por eso no llegaban ya cartas y en realidad todas ellas terminaban en la basura al ser entregadas a sus suplantadores. Esa era la razón cierta y verdadera del embrollo y todo el misterio.
Aquello era terrible. Había que pararlo cuanto antes. De lo contrario, los Reyes Magos, Papá Noel y Ratón Pérez serían completamente innecesarios: y serían olvidados. Aquella Navidad tenía pinta de ser una Navidad muy triste en la tierra para nuestros cinco héroes. Era cierto que muchos niños verían colmados sus deseos materiales, y que acumularían los regalos que abrirían sin ilusión, sin agradecerlos ni entender su sentido. Porque todo era cuestión de dinero. Pero por otro lado, sin los Reyes Magos ni Papá Noel o inclusive el ratón Pérez, los niños más pobres, que justamente eran siempre los más, se quedarían esperando un regalo que nunca sería recibido. Los Pequeños y Verdaderos Nomos habían sido completamente suplantados junto a los Reyes Magos, Papá Noel y ratón Pérez y con ellos los sueños de la mitad de la humanidad. No sabían qué hacer… y por eso habían terminado en aquel banco en cualquier lugar, esperando quién sabe qué milagro solventara el embrollo de las cartas…
Y aquí terminó abruptamente la historia del pequeño personaje disfrazado de ratón… luego quedaron todos silenciosos, mirando hacia abajo, y sin saber más bien qué decir. En el interior del corazón, los tres niños querían pensar que todo era una cómica patraña. Pero cuando el pequeño ratón se calló, gimió y finalmente comenzaron a llorar los cinco héroes desconsolados…. los niños se derrumbaron, quizás porque se dieron cuenta que aquellos cinco hombres no eran simplemente actores estrafalarios y quizás fuesen mucho más importantes de lo que parecían a simple vista. Los niños dudaban si estaban ante los verdaderos Reyes Magos, Papá Noel o Ratón Pérez aunque ahora sí estaban seguros que su historia era totalmente cierta: la ilusión de las cartas de Navidad estaba en peligro. No se sabe cuánto tiempo estuvieron todos juntos más pero se hizo realmente tarde. Intercambiaron frases de esperanza y se despidieron y los chicos volvieron a casa apesadumbrados sin saber qué hacer.
Como las historias hermosas de Navidad deben ser sobre todo de esperanza, queremos pensar que la solución al embrollo estará en nuestras manos, y que la Navidad y sus cartas no correrán peligro alguno. Porque unos días después del encuentro con los cinco personales el padre de los chavales me llamó, pues es amigo mío, y pensó que podría ser buena idea que escribiera este cuento para compartirlo. Y fue que me dijo para que apareciera textualmente:
―Lo hemos pensado mucho toda mi familia y le hemos dado vueltas para encontrar la solución. Y creemos tenerla, escucha: ¡La clave consiste en recuperar la ilusión, la esperanza en las cartas de nuestros hijos! Los deseos son deseos porque son pequeñas gotas que duermen en los sueños de los niños. Debemos hacer a los Reyes, a Papá Noel y hasta al ratoncillo Pérez otra vez imprescindibles en nuestras vidas. Porque la lista de los regalos claro que pudiera ser muy larga, pero nuestros hijos deberán finalmente elegir su deseo más querido… Además hay que saber que no toda ella deberá cumplirse… y que la misión de los Reyes Magos y Papá Noel será muy importante para aplicar sobre aquellas cartas su sabiduría y elegir únicamente tres regalos por cada carta: uno para a su vez regalar a un niño que no pueda tenerlo. Un segundo para compartirlo con otro. Y el tercero que será finalmente en exclusiva para el niño que la escribió.
En fin, esto que leen es la propuesta de aquella familia por mantener viva la Navidad, y seguro que a vosotros se os ocurre otras muchas ideas inspiradas. No os olvidéis de preguntar al nomo o duende o paje si es uno Oficial, o si vemos a los Reyes Magos o Papá Noel saber si son los reales o pertenecen al Oficial Cuerpo de Dobles. Tenemos que asegurarnos que todas las cartas de nuestros hijos estén repletas de ilusión y que llegan a tiempo para que se preparen las sacas y se carguen los trineos de los renos y de los camellos… ¡ah!¡Y no olvidéis el caso de leche y las galletas o el turrón!¡qué vienen con hambre!
De nosotros depende que este año nuestra Navidad sea especial y quede grabada en los corazones.
¡Feliz Navidad a todos amigos!
#SpanishTexas en @oletvm #Valladolid #16deoctubre19horas #J.sepresentaenValladolid
#Gigante #Gigant #JamesDeanAniversario #SpanishTexas
Él pensó: “esto, precisamente esto será solo mío. Tierra, erial, desierto… pero todo mío”.
Con su horizonte, su vallado, su desolación. Para ser gigante siempre hubo un tiempo donde tuvimos que roturar de la nada, delimitar, ser pionero y nacer. Así fueron los páramos de Castilla o las solanas de Texas y sus gentes de fronteras.
…Lo que fuera cedido al héroe… se le entregó con la voluntad férrea del crecimiento.
#Gracias #amigos #SpanishTexas @casadellibro #Peridis #EdicionesAzimut
Ha discurrido una semana desde el 24 de Septiembre y la presentación de Spanish Texas, editado por Ediciones Azimut en la Casa del Libro de la Gran Vía de Madrid. Aparentemente todo sigue igual ahí fuera, quiero decir en mi trabajo y esas cosas del día a día y sus trajines. Pero no así en los corazones de mis amigos donde el toro de mi Spanish Texas ya campa.
Fue emocionante escuchar las bellas palabras de Peridis, al que ya puedo dirigirme sin ambages como mi Padrino. Diría por momentos que todo fue un sueño y que nunca sucedió, que fue también un trasunto bilocado del J. éste de mi novela… aunque la inmensa emoción de todos los que estábamos allí me devuelve a la realidad y a la tangibilidad de lo sucedido…, y son las firmas y la gente que esta semana se interesa constantemente y que me está comprando el libro y que ahora me lee y lo disfruta.
Me siento inmensamente feliz. De mi interior escarbé estos pedazos que ahora se llaman Spanish Texas y que comparto con vosotros.
Y solo tengo una palabra: gracias.