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(tiempo estimado: 5′ imágen: jjfef)
Se amputó el corazón de un tajo. Su americana teñida por tercera vez; se avergüenza (tiembla su voz). Al golpear con los nudillos, baja (fango) la cabeza.
– Siéntese.
Ha cruzado las piernas.
– ¿Rellenó el impreso?
Lee la etiqueta de su pulcra y nueva tarjeta que brilla.
– Antes… desearía que respondiese algunas preguntas.
– ¿Sí?
– Hemos (usa un tono frío, distante, mágico, absoluto y plural) finalmente decidido reconsiderar su posición…
Golpeando la pluma, arrebañando el papel. Le duele su brazo. El brazo quiebra y dirige sus pensamientos, le abandona al entrevistador que sigue.
– Lo más importante: Vd. Es inteligente y desempeñará de forma inteligente la nueva actividad. Esta mejora económica le permitirá otras ropas, tal vez mejor alimentación, caprichos cada mes. Seguramente que desea su nueva posición social en el Centro.
Las paredes tiemblan, se recogen abrazando sus cuerpos. Son cuerpos de animal. Ha sonreído (tal vez algún asomo de duda arrojaría al vacío su candidatura) al recomponer su gesto. La ventana se cierra con estrépito: alucinaciones. Semanas de.
Extiende sus piernas. La sangre circula libre.
– Bien. ¿Desea iniciar…?
– … cuanto antes.
Hubo tenido pesadillas por semanas. Poseído por sus voces, lamentándose.
– Evidentemente, puede mantener el anonimato, ocultando su rostro. Nosotros le procuraremos una celda apartada.
Le ofreció otro de aquellos cigarros secos y de sabor ácido. Conocer los nombres, convivir por semanas, para verlos morir.
– Sincérese si así lo desea. ¿Se siente preparado?
– Sí.
No lo estaba. Nadie lo está. La muerte no espera.
– Debe conocer los procedimientos del castigo. Mantenerse al margen y tan sólo actuar en el momento preciso. Debe aprender a limitar el sufrimiento. Unos ojos sin vida, ojos desesperados, el fin terminal. Sobre todo, que no exista compasión, para ellos significa toda una victoria. La victoria del reo.
– Sí.
– Lea las Escrituras si esto le ayuda. No hable. El buen profesional que secciona hábilmente. Tómese el tiempo que necesite, Freiheit. El juez y la Junta examinan su expediente. Sabe, esta decisión le beneficia, amigo. Vd. Dispone de habilidades y disposición al trabajo.
Estas palabras rebotan. Su eco se deposita y distribuye.
– Hemos tenido otros muchos antes, fíjese, eran escrupulosos, un poco sucios a mi entender. Había terror en sus cabezas, en sus movimientos.
También el terror se impregna y duele, forma y constituye a Freiheit. Terror al oír la voz y la súplica. Esa lenta respiración o la fragilidad de sus vidas al ser recordada. Conocía el valor asignado al alma, el justo precio del comerciante, el camello traficando o de la prostituta que nunca pagó. Podía escuchar sus cuerpos al arrastrarse cada noche junto a su cama, recordándole lo sucedido, heridos mortalmente.
– Como Vd. ya conoce, aquí todo es relativamente diferente. El reo ajusticiado ejemplifica al resto. Entiéndame. Y siempre tendremos algún espectador importante, es el espectáculo.
– ¿Podré abandonar el módulo?
– Como ya le dije antes, dispondrá de una celda individual a su disposición. Serán ingresados puntualmente sus honorarios. Y fumará.
– ¿Y mi condena?
– Tarea bien difícil aplacar la ira del ciudadano. El asesinato es un delito complejo. Aunque siempre existe un correcto tribunal dispuesto a reconsiderar su caso.
Tal vez al equilibrar la balanza, el peso de los cuerpos ajusticiados supere el crimen del camello y su veneno, el voluptuoso cadáver de la ramera o la avaricia del tendero y su tienda de licores. Quizás sumando a todos aquellos miserables, equipare su culpa y la dignifique. El guiño del entrevistador abstrae su pena, su pasmo, el horror de sus pensamientos.
– Colaborando con el sistema Freiheit, uno se integra otra vez en él. Aporta sus esfuerzos a la causa de la justicia, evitando nuevos crímenes.
Había matado antes y volvería otra vez, con el frío goteo negro y sin fin. Mataría por orden del carcelero, por orden del Comisario. La procesión de deudores no cabrían dentro de su celda o en su cerebro. El reo debe recibir consciente su castigo, por ello es siempre misión del verdugo mantenerlo lejos del desmayo. Ha mirado con ojos ciegos de la muerte, los ojos desesperados de sus víctimas.
– Freiheit… ¿qué piensa ahora?
El verdugo Freiheit, utiliza la cuchilla hábilmente. El joven barbero de otros tiempos, eliminaba a sus víctimas sin dolor. El camello murió al desangrase, borracho por la sobredosis. La prostituta terminó el baño caliente, amordazada. El comerciante, un certero tajo al cuello. Rápido y preciso.
– Firme la ficha, si así lo tiene decidido.
Al firmar, ha retenido la pluma. Freiheit contempla asustado su letra con su nombre, su conformidad, la monstruosidad del acto. El sudor ha revuelto la frente y sus cabellos. El entrevistador retira la ficha rápidamente de su vista, como evitando la catástrofe que se avecina.
– … Freiheit …
El entrevistador fija su mirada al verdugo. El verdugo yergue la pluma pasmado y borracho por el dolor. Dirige su rabia a las pupilas cínicas del funcionario, culpables de. Una oleada ha nublado el entendimiento, el irracional juicio que dictamina. Ejecutor mismo, clava junto al corazón la pluma. Por segunda y tercera vez, una nueva herida mortal.
El cuerpo se desploma al suelo.
A los gritos de Freiheit, acude la guardia. El verdugo apoya su cabeza en la mesa ensangrentada. El funcionario ha muerto.
Por los pasillos corren voces y noticias del verdugo Freiheit en su primer día de trabajo.