La imagen que nos viene a la cabeza de una manada de lobos es la de un grupo de individuos que compiten por el poder pero que a la vez están controlados por la denominada pareja “alfa”, la pareja líder, que desarrolla en exclusiva las funciones reproductoras. Sin embargo, esto principalmente sucede en cautividad, pues los individuos están obligados a convivir durante largos años, limitados fundamentalmente por la escasez de recursos. En su estado natural, en libertad, entre amplios bosques de robles y hayas, la manada se compone de una única familia: la pareja reproductora y su descendencia nacida en los últimos tres años, y a veces dos o tres familias de este tipo. Las crías, cuando creen, abandonan la manada para encontrar un compañero y fundar su particular clan. Pocas veces la manada adopta a un lobo ajeno o acoge a un pariente de uno de los individuos reproductores. Y muchas menos un lobo forastero ocupa el lugar de un progenitor muerto y se aparea con una de las crías de sexo opuesto que sustituye a su otro progenitor.
Lo anterior me hace reflexionar:
Si el hombre ha de ser un lobo, debe serlo, pero mayormente cautivo. Estamos rodeados de hermosos y fuertes ejemplares de sienes plateadas, tipos que enseñan sus colmillos y medran por las organizaciones para alcanzar la cúpula de la bien preciosa pareja alfa. Asistimos a carnicerías donde se despiezan sin escrúpulos, tirando sus pellejos inservibles al contenedor de las viejas glorias, donde se zancadillea y se asesina, y la sangre mancha nuestras corbatas en espectáculo propiciatorio, donde los defenestrados reyezuelos copulan con denuedo para engendrar una nueva estirpe que retenga su poder. Nadie recuerda qué fue del que estuvo antes ni cuales fueron sus éxitos. Cuántos rebaños fueron asaltados con éxito. Joder. Habrá lobos en mitad del bosque que de saberlo darían su pata por escapar del despacho cautivo. Bueno, esto es un decir. Porque ellos conocen la mejor libertad, la más salvaje y sabrosa, y les importa un pito esto de la pareja alfa, que no deja de ser un mito de los etólogos que los estudian.
Los lobos salvajes sí que son inteligentes.
Nota: fotografía tomada de “EL PAIS.COM”
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>No olvideis que la pareja alfa come alfalfa.