Todo el mundo habla de las grandes plataformas de distribución de contenidos, de la piratería en la red o de la piratería industrializada y de que las leyes que fundamentalmente protegen a los poderosos y a sus derechos. Menudo lío. Sin mencionar nombres.
La industria cultural se tambalea. Y luego, por supuesto, la crisis, el paro, los proyectos que se atascan y lo digital que parece comerse todo para que nada valga.
Me hablan del mundo de lo gratis, una cultura ligada al consumismo incesante, al aquí y al ahora. Descargarse cultura y no pagar por ella. Bien. Pero anoto un concepto: Hay que distinguir hasta que punto un objeto cultural es “arte” o un bien de consumo y entonces obrar en consecuencia.
Este fin de semana, en la noche temática de la 2 se habló del robo en el Arte, de los traficantes. Allí se veía como hay que diferenciar claramente lo que se corresponde claramente al Arte, y por tanto corresponde al autor o a su legado, y lo que le rodea y le corresponde a su Industria y a sus Agentes. Léase, la valoración del intangible.
Me da lo mismo quien se enriquezca y de que forma, siempre que el trabajo del autor no se respete. Muchas veces ha sucedido esto en la historia. Mozart fue el primer músico que se atrevió a salir de la protección del Mecenas. Creo que le enterraron… ¿en una fosa común? Muchas veces (¿la mayoría?) el Arte no es independiente… Ésta es la rara avis a proteger.
El resto, pues son objetos de consumismo con un costo y un precio que poco me preocupan. La industria tiene su proceso, una cadena de valor y una logística. Lo triste es que quien la alimenta, la construye, permanece siempre detrás, escondido y muchas veces, recibe tan poco…
Nadie (siendo creador) trabaja por dinero… me dicen… bueno… pues éste es todo un oxímoron.