A J. le gustaba pasear de vez en cuando con este Félix, le parecía un tipo un tanto particular, un escritorzuelo ingenioso de gran corazón, aunque quizás pelín pedante. Creo que aquel sentimiento de amistad era recíproco, con sus altibajos, claro está. No era que J. fuera un vago o un putero en sentido estricto; no era que se quedará prendido entre las faldas o el sujetador de la camarera en todo momento; tampoco que en sus eternos paseos hablarán de grandes temas, fundamentalmente guardaban silencio. J. se consideraba un esteta, un filósofo del sol y sombra abocado a perseguir fulanas y familias desestructuradas.
En aquella ocasión y para aquel encuentro habían escogido Alcalá de Henares. De noche aquella ciudad vuela. ¡No será por las cigüeñas, que por entonces duermen!, se bromeaban y era la excusa para que Félix le explicará a J. sus desesperaciones: aquello de escribir es casi como un deporte de lucha, un chute metódico, un sueño y un puñetero paraíso.
―¡Te lo tomas demasiado en serio!
Era un buen consejo. Pasaron por el palacio del Arzobispado y llegaron a la plaza de los Santos Niños y a la Catedral Magistral.
J. señalaba los edificios y explicaba las pasiones, los duelos y las muertes y vicios inconfesables de las gentes que allí vivieron. Todo había quedado impregnado.
Después buscaron una librería. Justamente había una cerquita, se llamaba Notting Hill.
―Lo mejor por el momento está aquí ―y señalaba a los libros que se apilaban en las estanterías―, pero lo siguiente sigue estando allí ―y señalaba la cabeza calva de Félix con ironía.
Cuándo: 22 de Septiembre, sábado
Dónde: Notthing Hill Bookshop. Plaza Santos Niños, 5, 28802 Alcalá de Henares, Madrid