Pepito Grillo es la conciencia de Pinocho. Pinocho era un muñeco de madera que quería ser un niño de carne y hueso. Pero para poder serlo tendría que demostrar, entre otras cosas, el honor, la verdad y la virtud. Valores, que dicho sea, no prodigan ahora en nuestra sociedad europea.
La historia olvidó incidir que Geppetto no supo cuidar lo suficiente de Pinocho (no vale con tallar un pedazo de madera y ya está todo) y por eso no hacía sino dejarse arrastrar por las invitaciones de Zorro y de Gato, entre otros. Iba de una desventura a otra, perdiendo su tiempo, faltando una y otra vez a estos principios básicos que lo convertirían en un humano.
Tan solo cuando se produce el sacrificio último (el hartazgo) la conciencia de Pinocho se reencamina, si bien este es un momento excesivamente trágico del cuento ya que el muñeco perece al intentar salvar a su padre del estómago del gran pez. Subrayo la ironía: el débil y ciudadano Pinocho se inmola por el padre que, según se dice, iba en rescate del Pinocho. Pura farsa y apariencia.
Me cuesta creer qué habría sucedido de no haber estado allí este Pepito Grillo salvaguardando la conciencia de Pinocho. En las primeras versiones del cuento, su autor Collodi, cuelga a Pinocho de un árbol por sus faltas y así termina todo.
Veremos qué sucede ahora en nuestra sociedad. Otra vez, la hora europea que nos llama.