Un día previo a las Navidades, dos revoltosos hermanos de nueve años junto a su hermana adolescente paseaban frente a unas galerías comerciales, cuando se encontraron sentados en un banco a cinco tipos un tanto peculiares. Parecían cabizbajos, meditabundos, tristones, hablaban en voz baja, como compartiendo un asunto relevante. Tres de ellos iban disfrazados de Reyes Magos, otro de Papá Noel y un último era realmente pequeño, ¡diminuto, en realidad! y tenía unos largos bigotes y rabo y ¡parecía un ratón! Por el cansancio de sus rostros podrían no haber dormido la noche anterior. Ante la singularidad de aquel grupo, los niños, camino del quiosco, se detuvieron curioseando y comenzaron a revolotear a su alrededor y a preguntarles con inocencia. La hermana, mientras, miraba de reojo, pensando que eran los actores de algún casting Navideño, y se mantenía expectante para ver por dónde discurría el encuentro. Entonces aquellos cinco personajes se comportaron con enorme dulzura, agradecidos por el espontáneo interés, como si un gran momento hubiera acaecido y abandonaron momentáneamente su tristeza para atender a los niños. Y algo mágico sucedió entonces cuando a aquellos cinco seres se les iluminó el rostro con intensidad, y uno de ellos, el que parecía un enano con pinta de ratoncillo, se adelantó y terminó contando a la familia esta historia, su historia, asentida por el resto, mientras todos la escuchaban:
Por increíble que nos parezca los Reyes Magos habían dejado de recibir las cartas de los niños. Todo había sucedió gradualmente, poco a poco y años tras año, ya que cada vez llegaba menos correspondencia navideña… y así las sacas de Correo Real eran menores y más enflaquecidas… hasta que finalmente, precisamente aquellas últimas Navidades, hubieron de admitir la horrible y evidente realidad: ¡no habían recibido ni una sola! Con urgencia llamaron a Papá Noel, pensando que se trataba de algún problemilla informático, o quizás que los Pajes Reales, siempre diligentes hasta la extenuación, hubieran estado enredando con alguna picara broma. La sorpresa fue pistonuda, la central logística de Papá Noel se encontraba en un completo caos, y los Nomos y Duendes tecleaban ferozmente en las pantallas buscando un enigmático error. Y era que el anciano Noel tampoco había recibido carta alguna. ¡Ni una sola! Inclusive, a la desesperada, avisaron al ratoncito Pérez, sabedores de que los dientes de los pequeños se les caen ajenos a las fiestas navideñas. Y allí, cuando acudieron con prisa a su pequeño palacio, lo encontraron sentado en la diminuta silla, encogido y apesadumbrado…, el pobre ratón gemía y gemía. Era cierto que había notado bruscamente el descenso de las peticiones de los infantes… y no lo había dado importancia hasta ahora… porque… porque ahora tampoco él ya recibía dientes ni carta alguna de los niños…
¿Qué misterio embarcaba a los pequeños del mundo y a sus cartas como para no enviarlas en tan señaladas fechas?¿Y qué relación guardaba aquel misterio con el ratón Pérez?
Así que pensaron que lo mejor sería comprobarlo directamente. Por eso montaron un grupo expedicionario de incógnito. Eligieron unos disfraces, lo más razonables para no ser descubiertos y marcharon en dos equipos: los tres Reyes, disfrazados de abuelos, irían a unos grandes almacenes y preguntarían allí por los regalos de los nietos. Noel y el ratón Pérez también probarían suerte y para interrogar directamente a los niños buscarían trabajo en otro gran centro comercial, concretamente en la sección de juguetería infantil.
Los Reyes Magos aterrizaron, pues, en pleno Adviento, en un macro centro comercial lleno de luces y con la música bastante alta. La gente marchaba con prisa. Y parecía asustada. No paraba de mirar al reloj. Los niños corrían de un lado a otro, perseguidos por sus padres y gritando y señalando las estanterías con estupor. Melchor detuvo a uno de ellos y le preguntó con delicadeza dónde iba tal alterado:
―Voy a entregar mi carta. Déjame… ―y se zafó de él con fuerza
Aquella expresión le sorprendió a Melchor por maleducada. El niño temblaba agotado. Detrás el padre se excusó:
―Perdone al niño. Hoy es el último día para pedir sus regalos de Navidad y no podemos esperar… ―y marchó escopetado sin dar más explicaciones
Por eso decidieron saber a dónde iban los niños y los padres con esas prisas galopadas. Fue una carrera terrible, y tan sólo Baltasar fue capaz de seguirlos ya que siempre había sido un gran atleta. Finalmente llegaron a un elevado estrado, repleto de adornos chillones, donde una larga hilera de niños berreaba y al final de ella… un pajecillo recogía sus cartas y sonreía forzadamente dando besos y achuchones a diestro y siniestro.
―Oye… pero sí ese paje no es uno de los nuestros… ―le susurró Melchor al resto de reyes con cara de sorpresa―…ese impostor se está apropiando de nuestras cartas…
―¿Y qué hará con ellas? ―le replicó Baltasar muy preocupado
Disimularon pacientemente esperando a que terminase la jornada en el centro comercial para ver qué sucedía con las cartas allí recogidas. Mas fue fácil comprobarlo: El falso paje cerró su chiringuito y cansado, abandonó las cartas ¡al servicio de limpieza! y así se deshizo de ellas de un plumazo. Aquello fue desalentador. Mientras tanto, Noel y ratón Pérez habían solicitado un puesto de promoción comercial como duendes de apoyo en el expositor de tecnología de un gran centro. El responsable dijo, ¡realmente son unos tipos interesantes, con esas barbas inmensas y bigotes negros harán las delicias de nuestros pequeños clientes!
Pronto Noel y Pérez comenzaron a atender a los pequeños, si bien se percataron que ellos sabían perfectamente lo que querían. Porque detrás iban sus padres con la lengua fuera, apuntando detalladamente los números de catálogo y recibiendo explicaciones de sus hijos sobre las ventajas de un producto respecto a la versión anterior, evidentemente ya obsoleta. Finalmente les entregaban las cartas a Noel y Pérez, repletas así de siglas incomprensibles y estos las apilaban siguiendo las indicaciones que habían recibido esa la mañana de la dirección de la tienda.
Al llegar la hora de cierre, Noel y Pérez preguntaron al encargado qué deberían hacer ahora con todas estas cartas de los niños:
―¡Pues qué va a ser! Tirarlas a la basura…
―¿Y dónde está el Servicio Oficial Postal de Papá Noel y de los Reyes Magos? ―preguntaron al unísono, mas no obtuvieron ninguna respuesta.
Un escalofrío les recorrió todo el cuerpo. Temían lo peor.
Cuando aquella misma noche se reunieron los cinco, intercambiaron entre sí los detalles de sus aventuras. Ahora ya lo tenían claro, aseveró Papá Noel. Los niños estaban siendo engañados por los falsos pajes y nomos. Es más, la ciudad estaba plagada de falsos Papás Noel y Reyes Magos de tres al cuarto que ni siquiera estaban acreditados como miembros del Oficial Cuerpo de Dobles, cuyo fiel cometido siempre había sido hacer llegar abrazos y cariño a todos los pequeños de la tierra. Pero todavía había dos preguntas: ¿qué había pasado con sus Pajes y Nomos Oficiales y por qué los niños no echaban en falta las cartas y sus deseos cumplidos? Por ello decidieron que continuarían investigando aquel misterio. Eso sí, irían todos juntos y preguntarían a los falsos pajes y nomos haciéndose pasar por sus compinches.
A la mañana siguiente comenzaron pronto aunque la cosa fue más bien fácil, porque rápidamente cuando encontraron a los falsos nomos se burlaron rápidamente de ellos y les explicaron con claridad:
―Es evidente, ya lo sabéis, las cartas ya no son necesarias, hace tiempo que prescindimos del Oficial Cuerpo de Dobles de Reyes Magos y Papá Noel puesto que los niños reciben todo lo que quieren… en realidad, consiguen mucho más de lo que precisan.
―¡Es cierto!, ― les confirmaron unos tipos disfrazados de Papa Noel mientras se mofaban de las ilusiones de sus pequeños clientes―, ahora los niños reciben cuanto piden, y ya no desean con pasión… ni nadie sueña con ello por las noches. Sus padres o ellos mismos se encargan de decírnoslo directamente para que no les falte nada de nada… o les saturamos el coco con todos estos chismes de los anuncios… y luego los fabricamos… y ya está, y los enviamos a las casas mediante los Reyes Magos falsos y sus secuaces. Los Reyes Magos de antes ya no importan a nadie… y no es necesario que los niños tengan ilusiones… tan solo queremos que posean cosas y más cosas y cuántas más y más caras… pues mejor.
Aquello dejó helados a nuestros cinco héroes.
―¿Y qué pasará con Ratón Pérez? ―preguntó el Ratón albergando alguna esperanza, ya que no le habían mencionado
―Olvídate. Fue súper fácil librarnos de él. Porque ahora los niños quieren todo rápidamente. Hemos desarrollado un servicio exprés de reparto nocturno. En cuanto a los niños se les caen los dientes, tenemos el regalo debajo de su almohada y listo. No uno, ni dos, ni tres… ¡todos los que se les haya pasado por la cabeza!¡Es una maravilla!¿No te parece genial?¡Nos estamos forrando!
El problema tenía una pinta espeluznante. Los cinco héroes llamaron a sus Duendes Oficiales de Campo, un fornido equipo de fieles trabajadores que hasta aquel momento habían sido responsables de la recogida de los deseos de los niños y de procesar sus cartas para seleccionar los más importantes de cada lista y hacerlos llegar en Navidad. Comprobaron con horror que la historia de los falsos Reyes Magos, Papá Noel y Ratón Pérez que proveían de cuanto se imaginaban los niños era cierta; es más, los verdaderos Duendes de Campo ya habían sido desplazados casi por completo de la tierra. ¡Fue fácil!, les dijeron, pues aquellos centros comerciales y tiendas tan solo buscaban se consumieran regalos y cuanto más mejor y cuando descubrieron las formas de conseguirlo… sencillamente fueron arrinconando a los Verdaderos Duendes sin remisión. Ahora apenas les quedaban cuatro puestos y siempre en los lugares de menor interés y apenas transitados por niños. Por eso no llegaban ya cartas y en realidad todas ellas terminaban en la basura al ser entregadas a sus suplantadores. Esa era la razón cierta y verdadera del embrollo y todo el misterio.
Aquello era terrible. Había que pararlo cuanto antes. De lo contrario, los Reyes Magos, Papá Noel y Ratón Pérez serían completamente innecesarios: y serían olvidados. Aquella Navidad tenía pinta de ser una Navidad muy triste en la tierra para nuestros cinco héroes. Era cierto que muchos niños verían colmados sus deseos materiales, y que acumularían los regalos que abrirían sin ilusión, sin agradecerlos ni entender su sentido. Porque todo era cuestión de dinero. Pero por otro lado, sin los Reyes Magos ni Papá Noel o inclusive el ratón Pérez, los niños más pobres, que justamente eran siempre los más, se quedarían esperando un regalo que nunca sería recibido. Los Pequeños y Verdaderos Nomos habían sido completamente suplantados junto a los Reyes Magos, Papá Noel y ratón Pérez y con ellos los sueños de la mitad de la humanidad. No sabían qué hacer… y por eso habían terminado en aquel banco en cualquier lugar, esperando quién sabe qué milagro solventara el embrollo de las cartas…
Y aquí terminó abruptamente la historia del pequeño personaje disfrazado de ratón… luego quedaron todos silenciosos, mirando hacia abajo, y sin saber más bien qué decir. En el interior del corazón, los tres niños querían pensar que todo era una cómica patraña. Pero cuando el pequeño ratón se calló, gimió y finalmente comenzaron a llorar los cinco héroes desconsolados…. los niños se derrumbaron, quizás porque se dieron cuenta que aquellos cinco hombres no eran simplemente actores estrafalarios y quizás fuesen mucho más importantes de lo que parecían a simple vista. Los niños dudaban si estaban ante los verdaderos Reyes Magos, Papá Noel o Ratón Pérez aunque ahora sí estaban seguros que su historia era totalmente cierta: la ilusión de las cartas de Navidad estaba en peligro. No se sabe cuánto tiempo estuvieron todos juntos más pero se hizo realmente tarde. Intercambiaron frases de esperanza y se despidieron y los chicos volvieron a casa apesadumbrados sin saber qué hacer.
Como las historias hermosas de Navidad deben ser sobre todo de esperanza, queremos pensar que la solución al embrollo estará en nuestras manos, y que la Navidad y sus cartas no correrán peligro alguno. Porque unos días después del encuentro con los cinco personales el padre de los chavales me llamó, pues es amigo mío, y pensó que podría ser buena idea que escribiera este cuento para compartirlo. Y fue que me dijo para que apareciera textualmente:
―Lo hemos pensado mucho toda mi familia y le hemos dado vueltas para encontrar la solución. Y creemos tenerla, escucha: ¡La clave consiste en recuperar la ilusión, la esperanza en las cartas de nuestros hijos! Los deseos son deseos porque son pequeñas gotas que duermen en los sueños de los niños. Debemos hacer a los Reyes, a Papá Noel y hasta al ratoncillo Pérez otra vez imprescindibles en nuestras vidas. Porque la lista de los regalos claro que pudiera ser muy larga, pero nuestros hijos deberán finalmente elegir su deseo más querido… Además hay que saber que no toda ella deberá cumplirse… y que la misión de los Reyes Magos y Papá Noel será muy importante para aplicar sobre aquellas cartas su sabiduría y elegir únicamente tres regalos por cada carta: uno para a su vez regalar a un niño que no pueda tenerlo. Un segundo para compartirlo con otro. Y el tercero que será finalmente en exclusiva para el niño que la escribió.
En fin, esto que leen es la propuesta de aquella familia por mantener viva la Navidad, y seguro que a vosotros se os ocurre otras muchas ideas inspiradas. No os olvidéis de preguntar al nomo o duende o paje si es uno Oficial, o si vemos a los Reyes Magos o Papá Noel saber si son los reales o pertenecen al Oficial Cuerpo de Dobles. Tenemos que asegurarnos que todas las cartas de nuestros hijos estén repletas de ilusión y que llegan a tiempo para que se preparen las sacas y se carguen los trineos de los renos y de los camellos… ¡ah!¡Y no olvidéis el caso de leche y las galletas o el turrón!¡qué vienen con hambre!
De nosotros depende que este año nuestra Navidad sea especial y quede grabada en los corazones.
¡Feliz Navidad a todos amigos!