>Está es la introducción a mi nuevo libro de poesía.
Cuando escribimos somos lo que somos, no podemos ir ni un ápice más lejos. Somos animales y de nuestra carne se caen los huesos, se caen las anchuras, nuestras nulidad y luego hasta nuestro olvido. A veces se deshacen tantas cosas a un mismo tiempo que pareciéramos un árbol desmochado, con ramas como brazos y manos sin hojas. Tan sólo sirven para golpearnos, hacernos daño. La poesía no es ficción, la poesía es entraña exhibida.
Transitamos nuestro sendero y debemos hacerlo con la férrea volunta del elefante. Saben, pues así firmamos un «CUSTOMER AGREEMENT » con la vida y después ya no podemos salirnos del marco establecido: ¿o tal vez no…? Quién tenga cojones que tire la primera piedra. Y miramos al mundo y nos estremecemos de pánico y entonces quisiéramos malograr la «TORTUGA QUE AVANZA»: nuestra visión critica, la negación al idealismo, la denuncia al comprender la hostilidad de nuestra existencia. Y de aquí la posterior huida, la reclusión espacial, el alegato del eremita y la «SOLEDAD DEL COSMONAUTA» que nos permita a lo menos levantar altas barricadas. Que nos conceda algún tiempo fuera para pensar, y lanzarnos así a la piscina fría del «CIELO DIRIMIDO». Y es que todos luchamos por este cielo, pero todos los cielos tienen su fin, los buenos, pero sobre todos los malos. Lo peor es cuando nuestra esta lucha es falseada como traición al camino certero, y compramos el éxito fosco y la materialización de los valores equivocados. Muchas veces creemos que la vida se mide por el tamaño de lo que tenemos, no de lo que somos. Esto produce mucho dolor. Por esto quisiera presentar a «MIKELOW». «MIKELOW» es un descreído porque ha comprendido lo anterior, aunque de mala gana. Y ha roto sus vínculos emocionales con la esperanza. Es un alma destrozada en busca de justicia. Recorre el mundo e investiga, busca los culpables para castigarlos atrozmente, pero nadie lo busca a él. Éste sería un final triste a mi propuesta de relato poético, de camino de vida, pero definitivamente creo en nuestra capacidad de reencontrarnos, de redefinirnos, de saber y querer despertar a la pesadilla. Por eso termino con los «POEMAS DEL HOSPITAL», porque somos sobretodo vida, y segunda oportunidad si nos equivocamos. No es el concepto de salvación cristiana, es el concepto de la superación vital. Pasar hoja para seguir, conocer dónde fracasamos, reencontrar los cimientos y motores de nuestro yo. Por eso el camino del elefante no se bifurca.
Y saben, cuando me descubro a mi mismo flagelándome me pongo a escribir en seguida. Sucede que da rabia porque muchas veces no sale nada. Luego me llaman al móvil y tengo que seguir trabajando, y lo hago con la razón y la predisposición del administrador que toquetea un dinero del que nunca fue dueño, y que sueña con la obligación del éxito aunque sea pagado con la nómina del pan y la sal. Así es el trabajo, que no da para ser poeta a tiempo completo.
Creo en la poesía-tenaza, poesía capaz de amalgamar nuestros corazones amantes de padres e hijos, de empresarios histriónicos y curritos de cuello gris, de mendigos con cínicos y de hasta críticos y beatos de barra de bar… la poesía es intención, es acción. Y no paramos de vernos desnudos todos a un mismo tiempo. Por eso describo mi biografía en el siguiente poemario y la veo cruelmente paritaria, y mi objetivo último sería arrancarles una sonrisa cómplice. La poesía se pare y los hijos que quieran leerla los alumbra la incomodidad de entrever sus pasiones y vicios en ella: y sobre todo, que les aproveche…
Foto de portada: Fernando de la Iglesia (meseon.es)