>Llegar a la vida implica sus trámites. Fuera del útero siempre hace frío, la conexión protectora ha desaparecido. Ahora somos dos, piensa la madre, y los ojillos del bebé nos recuerdan lo que antes fuimos y no recordamos: somos lo perdido. Y delante de nuestras narices el bebé hace mil carantoñas, agita sus manitas, abre su boca, se contorsiona al mundo.
Un bebé es un tesoro. El un río que se agota cada mañana. Es una parte de uno mismo que sin ser tuya te duele ahora y por la que darías todo (lo máximo). Hoy quisiera hablarles del amor filial. Cuando miras a tu hijo descubres que has dejado un escalón detrás de ti y que tu deber en este sentido ha cambiado.
Aunque él sólo duerma, succione y haga caca, tú eres una pura extremidad a su servicio, y el precio de todo aquello es una profunda quemazón, un amor que te contamina, que te dobla, que te prensa. Es la marca misma del sello de la paternidad. Siempre había pensado que nuestras vidas la justificaban los hijos, pero ahora ya puedo confirmar que todo aquello eran albricias y monsergas: todo va más allá.
Alguien dijo que pasamos el testigo de nuestra vida a estas masas de carnes, orondas y blandas. Apunten, otro tópico más, pero es la verdad misma. Hace unos días llegó al mundo una nueva generación (milagrosamente), y en esta renovación mágica somos un poco más tierra y aire.
Quisiera anotar en esta libreta, en mi otero, una tanda breve de valores para regalarle. Pero soy un ser inacabado y quizás me podría dejar alguno importante. Ahora saco mi linterna y de entre las tinieblas tengo que iluminar otro camino, no para mí, tengo compañero de viaje.
El bebe patalea. Le duele la barriga. Tose, regurgita. Ahora estas son las tareas prioritarias y más lo serán en los próximos meses. Atender lo humano, atender lo divino.
Seguiremos informando.
>Eres un lírico, pero aunque lo intentes no llegas a ser cursi… Mira que es facil, pero no lo consigues.Y felicidades nuevamente por la paternidad tan felizmente llevada.Leo spanish Texas de a buchitos, ya parlarem.