Indomable al cansancio, al estupor, al desaliento, al abandono.
Indomable a la incertidumbre, a la vejez, al miedo.
Indomable al tiempo.
Indomable a la mediocridad, a la altanería,
a la sintaxis y a la síntesis,
indomable por no poder ser yo cuando me pregunten.
Indomable a lo establecido, a la convención, a la rutina, a la moda.
A lo banal traficado por extraordinario.
Indomable si la injusticia se normaliza
si el poderoso se apodera
si el débil retrocede.
Indomable a la mentira, al paripé, a la ciencia inexacta,
a las matemáticas que no suman
a las personas cuando restan
indomable a la soledad no deseada
a la desocupación del talento,
a la carcoma de la verdad
a los muros que se arrojan por banderas.
Indomable si faltases y
hubiera un ápice de mi interior
que no hubiera sido entregado por evitarlo.
Indomable si la vida se transita a puntillas.
Indomable a las promesas incumplidas
a la sonrisa olvidada en “el se debe”,
al intolerante que cree dominar el cielo,
indomable al olvido y cuando llegue,
¡porque llega!
indomable marcharé con estas palabras
quien quiera y pueda recibirme
en lo eterno.