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Otro día les hablaré de Roberto Bolaño y de como supe de él: Hablaré también de Jonny, del “Largo Adiós” y del “Penicilino”. Hoy quiero ser breve y por eso les dejo con este fragmento de “Los detectives salvajes”.
Y reflexionen sobre la literatura salvaje. Hoy me hierve el entrecejo.
(tiempo estimado: 7 minutos)
Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado. Esta última es la que quisieron hacer Ulises Lima y Belano. Grave error, como se verá a continuación. Tomemos, por ejemplo, un lector medio, un tipo tranquilo, culto, de vida más o menos sana, maduro. Un hombre que compra libros y revistas de literatura. Bien, ahí está. Ese hombre puede leer aquello que se escribe para cuando estás sereno, para cuando estás calmado, pero también puede leer cualquier clase otra clase de literatura, con ojo crítico, sin complicidades absurdas o lamentables, con desapasionamiento. Eso es lo que yo creo. No quiero ofender a nadie. Ahora tomemos al lector desesperado, aquel a quien presumiblemente va dirigida la literatura de los desesperados. ¿Qué es lo que ven? Primero: se trata de un lector adolescente o de un adulto inmaduro, acobardado, con los nervios a flor de piel. Es el típico pendejo (perdonen la expresión) que se suicida después de leer el Werther. Segundo: es un lector limitado. ¿Por qué limitado? Elemental, porque no puede leer más que literatura desesperada o para desesperados, tanto monta, monta tanto, un tipo o un engendro incapaz de leerse de un tirón En busca del tiempo perdido, por ejemplo, o La montaña mágica (en mi modesta opinión un paradigma de la literatura tranquila, serena, completa), o si a eso vamos, Los miserables o Guerra y paz. Creo que he hablado claro, ¿no? Bien, he hablado claro. Así les hable a ellos, les dije, les advertí, los puse en guardia contra los peligros a que se enfrentaban. Igual que hablarle a una piedra. Otrosí: los lectores desesperados son como las minas de oro de California. ¡Más temprano que tarde se acaban! ¿Por qué?¡Resulta evidente! No se puede vivir desesperado toda una vida, el cuerpo termina doblegándose, el dolor termina haciéndose insoportable, la lucidez se escapa en grandes chorros fríos. El lector desesperado (más aún el lector de poesía desesperado, ése es insoportable, créanme) acaba por desentenderse de los libros, acaba ineluctablemente convirtiéndose en desesperado a secas. ¡O se cura! Y entonces, como parte de su proceso de regeneración, vuelve lentamente, como entre algodones, como bajo una lluvia de píldoras tranquilizantes fundidas, vuelve, digo, a una literatura escrita para lectores serenos, reposados, con la mente bien centrada. A eso se le llama (y si nadie le llama así, yo le llamo así) el paso de la adolescencia a la edad adulta. Y con esto no quiero decir que cuando uno se ha convertido en un lector tranquilo ya no lea libros escritos para desesperados. ¡Claro que los lee! Sobre todo si son buenos o pasables o un amigo se lo ha recomendado. Pero en el fondo ¡lo aburren! En el fondo esa literatura amargada, llena de armas blancas y de Mesías ahorcados, no consigue penetrarlo hasta el corazón como sí consigue una página serena, una página meditada, una página ¡técnicamente perfecta! Y yo se los dije. Se los advertí. Les señalé la página técnicamente perfecta. Les avisé de los peligros. ¡No agotar un filón!¡Humildad!¡Buscar, perderse en tierras desconocidas!¡Pero con cordada, con migas de pan o guijarros blancos! Sin embargo yo estaba loco, estaba loco por culpa de mis hijas, por culpa de ellos, por culpa de Laura Damián, y no me hicieron caso.
>Muy chulo el fragmento, menos mal que se pasó el tiempo en que leía mucha literatura desesperada, ahora una parte de ella me parece “pseudodesesperada”, ahora lo que me gusta es encontrar suaves indicios de intensa desesperación en las lecturas reposadas. Por cierto, he estado un par de veces en el Peni desde que lo lleva Jonny, ha quedado fenomenal.
>Vaya vaya, ese matiz sobre literatura despesperada me interesa. Parece que el vino reposado y sus aromas caobas, etc nos seducen más que los verdes y lirondos del vino del año.Por cierto, desde Madrid, añoro esos bares de Pucela. Lo que daría por una tertulia con su verdejo como Dios manda.
>hace tiempo que esperaba un blog así. Felicitaciones! Voy a venir a menudo, un abrazo desde Argentina.
>¡Muchas gracias! Espero compartir mi vaso de literatura allá, al otro lado del océano.
>¡ PESE A QUE LA SOCIEDAD PRETENDÉIS HUNDIRME EN EL ANONIMATO, A DURAS PENAS PERO SOBREVIVO, JUAS ! http://www.paskijones.net ( see also : http://www.telefonica.net/web/mininik )