Les invito acomoden su vista y disfruten del breve fragmento de mi novela “LA TERAPIA”. Si alguna vez tienen oportunidad, les recomiendo se dejen escapar el Viernes Santo por Santo Domingo de Silos.
Tal vez si leen el texto podrán comprender porqué.
(tiempo estimado de lectura: 5 minutos)
Fue levantado mucho antes de que despuntasen las primeras luces del alba. Sin apenas tiempo para desperezarse, le pusieron bajo las
órdenes del mayordomo, que organizaba a los monjes en los incontables trabajos de preparación de las imágenes, bruñido de candelabros, limpieza del coro y puesta a punto de los detalles de última hora. Dada su escasa habilidad para trasladar los pesados volúmenes de canto desde el scriptorium, le fue encomendado el repaso meticuloso de los diversos ornamentos de gala.
La actividad del cenobio se contagiaba también, intensamente, fuera de los muros; las mujeres se acercaban al abrevadero y fuentes de la entrada, para completar lo antes posible las faenas de recogida de agua fresca o la colada atrasada. El molino dispensó grano nuevo durante toda la noche, pues la hornada de pan blanco debiera estar concluida antes del primer oficio, y el mercado fue poblándose de puestos, no vencida la madrugada, ocupando también las callejas adyacentes a la plaza principal. Extranjeros, venidos de no se sabía dónde, portaban estandartes o desempaquetaban mercancías. Hoy los campos no se trabajaban, las yuntas reposan en los establos, dormitando. En el valle de Tabladillo, aquella madrugada, el verso «Vidit suum dulcem natum moriendo desolatum dum emisit spiritum» («Vio a su dulce hijo morir desamparado cuando entregó su espíritu», Stabat Mater) fue seleccionado como lectura por el prior Tomás. Avanzó despacio, casi inmóvil, a los ojos del pueblo congregado a los Laudes, alzó una Biblia entre las manos por un instante, un tomo de abultadas dimensiones y lomo interminable, que difícilmente se podía sostener en el aire durante largo rato y dejó resbalar la frase, áspera y doliente, para dejarla desfilar por boca de todos, deforme si no entrecortada, al ser repetida por los espectadores legos, y canónica, contenida en su expresividad y muda, en las mentes de los
monjes. Al terminar, depositó el libro en su atril, y cuando el menor eco del templo se hubo desvanecido, giró la cabeza y, dirigiéndose a los allí congregados, repitió el fragmento final del verso, enfatizándolo hasta deformar casi los fonemas: «desolatum dum emisit spiritum». No pronunció ninguna otra palabra. La schola cantora de monjes repitió el texto, declamándolo con su canto.
Era habitual que los vecinos del monasterio participasen tan sólo en las Vigilias o en Completas, puesto que sus trabajos y obligaciones diarias precisaban apurar al máximo las horas de luz. De esta forma, llegada la señalada festividad del Viernes Santo, cabía la posibilidad de volcar su fervor pascual sobre todas las actividades de culto del monasterio, y los monjes, sabedores de esta situación, las organizaban con sumo interés y dedicación. Por otro lado, de forma excepcional, quedaba autorizado para esta festividad, como día de mercadeo matinal y feria, tal que la plaza y sus aledaños eran un completo hervidero de paisanos, salvo en aquellos momentos de natural interrupción, asociados a los oficios de Eucaristía, Tercia y Sexta, cuando el río humano se agolpaba, esperando participar de la oración cantada de los religiosos.
A diferencia del mercado en cualquier otra jornada habitual, no se comerciaba con ganados, lanas o productos de huerta. Género exótico o extravagante, pimienta, clavo o cualquier otra especia llegada a través de los puertos catalanes, se pesaba y canjeaba. Telas de buen paño traídas de Soria, Segovia y Cuenca competían en desigualdad con las excelentes manufacturas procedentes de Flandes. Ungüentos, emplastos, elixires, remedios misteriosos… en fin, una inexcusable relación de formulas sanadoras y bebedizos tóxicos, conviviendo junto a los tradicionales tenderetes repletos de toneles de vino tinto joven y jugos destilados. Apartados a primera vista de la masa, famélicos mendigos ofrecían servicios adivinatorios. Algún ciego leía la mano, mientras sus cuencas vidriadas por el glaucoma dibujaban círculos arrebatados a las alturas.
La feria remozaba a los asustados campesinos, que día tras día sobrevivían a sus calamidades y miserias, la feria enajenaba sus frustraciones, les trasladaba a un mundo diferente y efímero de
posibilidades, donde por todo mal y carestía cabría encontrar una dulce cura. El hambre era combatida con el arma de la fe, el pan ofrecido generosamente por el Hospital mendicante del cenobio, los ahorros, duramente acumulados por los campesinos, eran aventados con alegría en pos de la posesión de aquel precioso tesoro deseado. Muchos aparecían con una triste vaca, vieja y enflaquecida y pugnaban en interminables regateos por cerrar un trueque, contra un espabilado comerciante, que enarcaba su ceja e imaginaba el peso en canal del animal.
>Yo la recomiendo por su calida encarecidamente a la audiencia.¿Me ha parecido ver un anuncio al entrar en tu blog?Existe la audiencia entonces…
>Comienza el curso lectivo, con el compromiso de terminar los quehaceres pendientes. Gracias profesor por recordarme acudir presto a retomar mis deberes. Recuperar su “Terapia” será el primer objetivo. Que bueno que viniste, viejo…
>Coincido con Gonzalo. ¿Acapara beneficios con sus visitantes?
>Un aspecto no literario: me aparece la publicidad sola, no se cómo. Creo que debe ser uno de los contadores q utengo.Les prometo que no tengo nada que ver. Voy a cambiar cosas en el blog haber si la quito. No busco publicidad ni gano nada con ello. Me la cuelan.
>Malditos perros hihilistas. Cabrones malparidos. La publicidad es lo puto peor.Se me seca la garganta de tanto gritar. Menos mal que tengo cerca una refrescante coca cola. ¡¡Ahhhhh!!!
>A ver que les parece este texto: “Para llegar al ranchito de Roberto Hernández, hay que subir a pie un caprichoso, empedrado y húmedo sendero que conduce hasta “La Montañita”, comarca alzada en uno de los pocos cerros del municipio de Comalapa, en el departamento de Chontales. Durante el recorrido es inevitable enlodarse los zapatos, y con un poco de malabarismo, podés sortear el estiércol de vaca, elemento constante en el paisaje de esta región. Roberto es agricultor desde los ocho. A esa edad recuerda salir descalzo a sembrar junto a su tío en la zona de Santo Domingo, en un tiempo de montañas verdes y llanos fértiles. Pero ahora en Comalapa, municipio donde hace catorce años se trasladó con su familia, casi no hay montañas, los campos son secos y es uno de los municipios más pobres del país. Aquí, la mayor parte de las tierras están en manos de unas pocas familias de ganaderos, quienes además, son los que desde hace años dirigen el gobierno municipal. Y es que Chontales, ubicado en la región central de Nicaragua, basa su economía en la ganadería: un 80 por ciento de la superficie agropecuaria están dedicada a pastos sembrados y naturales, y apenas un 3 por ciento a cultivos anuales y permanentes. Sin mayor fomento al agro y terreno para la siembra, quedan en desventaja los pocos agricultores, individuales en su mayoría, quienes producen granos básicos y hortalizas para el autoconsumo. De entre esta minoría que piensa y produce tradicionalmente, destacan campesinos como Roberto Hernández y su familia, quienes con visión y empeño, marcan la diferencia en las formas de sembrar y comercializar, ofreciendo productos orgánicos a un mercado local poco interesado en estos rubros. Doña Teresita, esposa de Roberto, heredó de su padre una finca de 20 manzanas de tierra en “La Montañita”, de la cuales, una gran parte fue castigada por las quemas. Los efectos de la erosión -nos cuenta Roberto- se hicieron saber: “era un poco difícil porque en realidad la zona es seca y muy rocosa pues, y nosotros mirábamos muchas dificultades para producir lo que eran los granos básicos… Pues, si de verdad nosotros amamos a la tierra, no puedo condenarla a la muerte quemándola! Era época de “vacas flacas”. Los desalientos hicieron pensar a la pareja en vender la finca y mudarse a la zona húmeda del Rama. Un vecino les ofreció mil córdobas por manzana, pero no les pareció, ¡vaya precio! Prefirieron esperar. Durante ese lapso, Roberto acudió a un intercambio entre productores, invitado por el Programa Campesino a Campesino, PCaC, de la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos, UNAG. Es entonces cuando decidieron quedarse: “Estábamos pasando un momento bien difícil, ya no estábamos produciendo ni para el autoconsumo. Fue cuando despertó la idea en mí, de que yo tenía 20 manzanas y podía hacerla producir. Pero que había que esperar mucho tiempo, trabajar muy duro para poder lograr lo que nosotros queríamos.” Una segunda razón para no marcharse, fueron sus hijos “pensé que yéndome a la zona húmeda, los chavalos no iban poder estudiar ni prepararse, y siempre soñé, desde antes que naciera mi hijo mayor, en que mis hijos debían de ser profesionales.” A partir de ese momento, la familia comienza a diversificar sus cultivos. Pero para eso había que capacitarse: “Algo muy importante y que me gustó mucho, fue haber llegado a la UNAG, porque fue donde yo adquirí los conocimientos, la experiencia de otros agricultores.” Gracias al PCaC, Roberto viaja con otros campesinos a Italia y Austria para conocer la experiencia de pequeños agricultores. Luego se integró a la red de promotores para enseñar a otros campesinos. “La verdad es que el PCaC me llevó a hacer estos cambios, a valorar los recursos que teníamos, la riqueza que teníamos en esta finca. Fue ahí en el PCaC, donde descubrí que hasta las piedras tenían un gran valor”. Después de muchos esfuerzos, la finca de la familia de Roberto creció y del autoconsumo pasaron a la venta de hortalizas, granos básicos y frutas. “El futuro de los agricultores está en que nos metamos a diversificar la finca. Y lo otro es que los agricultores nos organicemos, nos capacitemos y que podamos adquirir conocimientos para que nos convirtamos en técnicos de nuestras propias parcelas. Y además, que los agricultores estemos clarititos del cambio, que hay que hacer un cambio”. Gracias a una beca de la UNAG, su hijo mayor, estudió Administración de Empresas Agrícolas para la Exportación, en los Estados Unidos. Ahora de regreso a la finca, asesora a su papá en llevar adelante la cosecha orgánica, buscando como convencer a más campesinos, porque solo entre muchos pueden hacer competencia local a los grandes. “Yo pienso, que la única oportunidad que tenemos como agricultores es producir orgánico de calidad, aunque no sea cantidad. Y es entonces donde nosotros podemos entrar en la competitividad, pues, con los países poderosos y con los Estados Unidos.” Pero, cómo vender orgánico? “Creando mercados locales -piensa Roberto- donde los agricultores tengamos un lugar, un pequeño mercado, donde podamos ir a ofertar nuestros productos. Y otra de las cosas es que tenemos que hacer un trabajo los agricultores que es convencer, ofertar, buscar al consumidor y convencerlo que el producto que estamos sacando es de calidad y que es orgánico, y las grandes ventajas que tiene para la salud humana.” Para Roberto Hernández, sí hay ventajas competitivas respecto al consumidor sobre los grandes de TLC que vendrán, sobretodo “en lo que son frutales y hortalizas, yo creo que es la manera de cómo entrarle al consumidor. En lo que no vamos a poder competir y no vamos a dar ni un solo paso es con lo que es carne, leche y queso, ahí si que estamos completamente terminados”. Por ahora, Roberto no se ve vendiendo afuera: “Para ir al mercado extranjero, no solo con la calidad, ahí si tiene que ver con la cantidad. Y ahí estamos jodidos.” Sin embargo, en la semilla sembrada ve crecer la posibilidad, “yo si veo a mis hijos, con conocimientos casi científicos, conocimientos profesionales, del mercadeo internacional. A ellos, si los veo exportando!” Luis Gonzalez
>No, hombre no. No digo que la publicidad sea buena o mala, pues lo que digo es que en el contexto de mi blog, por decisión personal no tiene publicidad. Y si la había era por un error de programación, que hacía que me la colasen.
>¡ah! por cierto, bonito texto, este, me refiero, al anexado al blog.
>El sarpullido de la nebulosaasocia vagas caléndulasal estío bituminoso.Olisquea anaqueles medulares,amasa el residuo de la aurora,pero no desistas de amparar iridiosen la esencia macilenta.La malversa estrofa clasifica epitelios ambivalentes.¿Cómo escuchar el suspiro del índice estofado?¿Cómo empujar un puñado de azules?¿Cómo andar entre el órgano y la manera cifrada?¿Cómo apelar un céntimo de adjudicación?¿Cómo soñar percebes en un quince por ciento?
>Alguien ha oído alguna vez el lamento de la frisona… Es un quejío húmedo y empalagoso que nubla el entendimiento en tal manera que únicamente desea uno solazarse en el rumio. Tan potente es el proferimiento que surgen varias mamas donde había areola yerma o seno humano, y se te tizna el morro de mocos verdes.El lamento de la frisona es casi tan apasionante como el soliloquio del polipasto… Pero eso es otra historia…
>Sabio Frestón, eres el nuevo D’ors pasado por el tamiz pánico de Arrabal.Más, más. Me divierte mucho.
>Todos amamos al sabio fresto (pero, oye, sin cochinadas). Me alegra mucho volver a escuchar sus palabritas. No somos los mismos sin él.
>Lo siento.A mi se me ama como soy o no se me ama.Adios.