Por fin en 2012 la literatura llega ya al lector bajo mecanismos alternativos: Lo digital es una oportunidad donde la distribución tradicional en papel y los formatos clásicos se encuentran en clara retirada, en crisis y en vías de desaparición. Los contenidos que gustan ahora son otros. La gente lee, pero lee de otra forma. Los agentes literarios sólo apoyan a las marcas fáciles. Nadie descubre a nadie sin nombre prefabricado. Se publican miles de libros de consumo rápido que no aportan nada. La industria es industria y quema los contenidos con ferocidad, no hay espacio para el riesgo, para el encuentro humano, para el libro que sugiere e invita, para el libro que se disfruta con el corazón. Los bares se han vaciado de tertulias porque ahora ésta conversación sucede fundamentalmente en la red.
No nos emperremos en hacer lo mismo de siempre. Pero tengo claro que mi objetivo es que mis letras se lean y se difundan: que fluyan. Cualquier método vale, siempre que sea imaginativo y original. Las redes sociales es tan sólo la estrategia del momento, la de hoy. La pasión y el contacto directo con el lector, que es lo que más importa, es lo que debe permanecer integro.
No obstante, gracias a la tecnología conseguimos la gran proximidad con el lector, en términos de marketing, generamos la marca digital de autor. Y resulta increíble… pero éste es el romanticismo justamente buscado, el idealismo impalpable de la literatura. La literatura ha muerto en papel y se reencarna ahora en lo virtual.
NOTA: En esta reflexión no menciono a nadie ni incluyo números de ventas de dispositivos digitales. En realidad, sea cual sea su número o el actor implicado, está ahí todo fuera y nadie lo duda.