>La condición humana en Google Trends

>
Les quiero presentar mi nuevo juguete: www.google.com/trends

Su funcionamiento es muy interesante pues lleva la cuenta agrupada de las palabras que utilizamos todos en nuestras consultas al “sacro santorum”, es decir, a Google. ¿Increíble, verdad? Luego, mediante este servicio, podemos comprobar el éxito que tienen, lo de moda que están en la red (imagino que de allí proviene el nombre); es decir, cuanto son utilizadas por los internautas del mundo mundial y cuanto, por ende, nos importan los temas que hacen referencia. Así www.google.com/trends nos permite tomar el pulso al espíritu humano, y en cierta medida es un espejo de nuestros propios pensamientos: ¿pero qué tiene que ver todo esto con literatura y con mi página?

La gracia del asunto aparece cuando lo que hacemos es una comparativa entre una palabra y otra. Veamos. Pongamos, por ejemplo, si escribimos “amor, odio”, es decir, amor frente a odio: observamos claramente un resultado aparentemente interesante, pues la herramienta nos muestra aproximadamente una relación 5 a 1 a favor del vocablo amor (5 búsquedas de amor frente a 1 de odio). Ahora probemos con otros términos contrapuestos: verdad vs mentira, para descubrir una relación aproximada de 4 vs 1. Seguimos arañando nuestra investigación: ¿Y si elegimos muerte vs vida? Pues la brecha es mucho mayor: 1 vs 7. Uhm quién diría… nuestra red parece acusadamente vitalista, positiva. Bueno, una ricura, diría yo. Pero no se rían, no sean malos.

Ahora les invito a que elijan nuevos ejemplos contrapuestos:

Inténtelo Vds. mismo con estas dos palabras: guerra frente a paz. Verán desalentadoramente un ratio de 2 búsquedas de guerra contra una de paz. Parecemos mucho más interesados en matarnos que en pedirnos disculpas. ¿Y si elegimos felicidad vs dolor? ¡Encontramos una relación 1 frente a 10! ¿Y si ahora escogemos riqueza frente a pobreza? Imagínense cual es el vocablo más utilizado… pues gana de lleno la pobreza.

Hagan juego señores. Inventen sus palabras, construyan sus comparaciones. Muchas de ellas son evidentes (tv frente a libro), otras hermosas (padre frente a madre), otras intuyen reflejos sobre nuestra condición humana (inicio frente fin). El comentario de esta semana es abierto, ya me dirán por donde quedan sus pesquisas y que rincón del alma humana y su condición han husmeado.

Y que la suerte les acompañe.

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>Gracias

>El recuerdo de la voz de Violeta Parra en el magnetofón de bobinas de mi padre me perseguirá por siempre. Quiero confesarles que su canción quedó señalada muy dentro mi. Y años después, conocí sus versos, y vislumbré su belleza, su intensidad, poemas descubiertos por casualidad en algún libro de Bachillerato.

Hablo de Violeta porque ella daba así las gracias, de esta manera tan especial, y así ahora quisiera dárselas a todos Vds., a todos aquellos que me leen por ahí fuera: gracias por los comentarios recibidos a la anterior entrada en esta bitácora.

Y digo gracias, porque no hay mayor felicidad que compartir aquello que más remueve y cimenta el alma a un tiempo: ¿No les parece una contradicción entretenida?

Por eso les agradezco regalarme sus intensos espacios de tiempo, y leerme, y por supuesto, darme la vida.

_____

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros, que cuando los abro,
Perfecto distingo lo negro del blanco,
Y en el alto cielo su fondo estrellado,
Y en las multitudes el hombre que yo amo.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído que, en todo su ancho,
Graba noche y día grillos y canarios
Martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
Y la voz tan tierna de mi bien amado.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto,
Me ha dado el sonido y el abecedario.
Con él las palabras que pienso y declaro,
“Madre,”, “amigo,” “hermano,” y los alumbrando
La ruta del alma del que estoy amando.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados.
Con ellos anduve ciudades y charcos,
Playas y desiertos, montañas y llanos,
Y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio el corazón, que agita su marco.
Cuando miro el fruto del cerebro humano,
Cuando miro al bueno tan lejos del malo.
Cuando miro el fondo de tus ojos claros.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa, y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
Los dos materiales que forman mi canto,
Y el canto de ustedes que es el mismo canto.

Y el canto de todos que es mi propio canto.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.

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>Carpe Diem

>
Denme un respiro: a veces enciendo el ordenador y me nacen estas palabritas tontas.
Ya sé que son inútiles fanfarronadas. El poeta nace y muere castigando
las palabras. A veces me levanto e imagino que por leves instantes -no se lo
crean- fuera un escritor famoso, de novela, por supuesto. Que los desconocidos hicieran hasta cola en el Corte Inglés para leerme. Luego me doy cuenta que todo se corresponde a una turbia pesadilla de la que hay que despertar.

Pero, mientras, me enfado y presento una inútil dimisión no aceptada.
Y sobre todo, Carpe Diem, compañeros.

…………

Les anuncio oficialmente que
hoy mismo me mudo,
dimito del oficio este de poeta magro
y me marcho,
emigro

digo bye bye:

Con la mochila de Bob Marley
o los petas de Rimbaud,

Del sueter obrero de Dylan
con los calzones plagiados del señor Machado,

A las galeras de Cervantes marcho,
me llevo mi rinoplastia de pirata
tal vez un abrigo prestado por Chopin

Barato malverso poemas,
los michelines
de mis sueños taimados

ojalá llueva donde yo me vaya
y que tengamos 2 copas de vino,
o la tumba parda para distraernos

Atrás dejo los amigos, parricidios
y tecnocracias

Palabras asesinas
Asesinos personalizados

Y hoy les dejo, salgo de casa, Dios mediante,

aquí les firmo:

Carpe diem.

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>LOS GENOCIDAS COTIDIANOS

>
Gonzalo, en su último post, habla del Genocidio Cotidiano (notar las mayúsculas) y del silencio de la sociedad actual. La verdad, dicha sea, tenemos poco tiempo ahora: nuestro afán consumista es entretenido, apenas nos permite concentrarnos en tales detalles (la muerte por hambre), que suelen colarse tan solo de rondón en los blogs de los escritores desconocidos como somos nosotros.

Diría que cada tragedia tiene su voces, y aquí,
en la Europa acomodada, como también dice Gonzalo,
se gastan 30 millones de euros en coliseos para
entrener nuestras conciencias. Y luego me dicen que la palabra no cuesta, y que es muy fácil ponerse a escribir y chacarrear como una vieja. Pero, ¿y si se hiciera el silencio? El más profundo y radical silencio por castigo: Vds. veran, pero yo no aguantaría, estaré hecho de otra fibra.

Ahí les dejo dos perlas: la primera, un atardecer en Urueña. Allí estuve con Gonzalo y él conoce la belleza que se encierra en esa comarca. Únicamente soportaré un silencio, y será el de la inmensa llanura que se otea desde sus murallas (imaginen mi lechuza reposada sobre uno de los cubos de la muralla). Y un poema, de Blas de Otero, que conmocionó mi infancia y que veinte años después, aún me hace temblar. También habla del genocidio cotidiano.

Mis ojos hablarían si mis labios
enmudecieran. Ciego quedaría,
y mi mano derecha seguiría
hablando, hablando, hablando.

Debo decir “He visto”. Y me lo callo
apretando los ojos. Juraría
que no, que no le he visto. Y mentiría
hablando, hablando, hablando.

Pero debo callar y callar tanto,
hay tanto que decir, que cerraría
los ojos y estaría todo el día
hablando, hablando, hablando.

Dios me libre de ver lo que está claro.
Ah, qué tristeza. Me cercenaría
las manos. Y mi sangre seguiría
hablando, hablando, hablando.

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>El despertar de la anestesia

>Todos nos morimos
y todos nacemos

a veces en silencio,
apenas duramos un castañeteo de dientes

otras veces parece que fueron casi 100 años tensos

pero de veras les digo,

que cambiaría mi olvido
por un minuto más de sus besos

como las eternidades callejeras
del amor,
lo cambiaría todo por columpiarme en sus ojos,

tal como lo hice este fin de semana
antes de dormirme
y despertar, después,
y luego,
ya resurrecto.

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>La literatura "desesperada"

>
Otro día les hablaré de Roberto Bolaño y de como supe de él: Hablaré también de Jonny, del “Largo Adiós” y del “Penicilino”. Hoy quiero ser breve y por eso les dejo con este fragmento de “Los detectives salvajes”.

Y reflexionen sobre la literatura salvaje. Hoy me hierve el entrecejo.

(tiempo estimado: 7 minutos)

Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado. Esta última es la que quisieron hacer Ulises Lima y Belano. Grave error, como se verá a continuación. Tomemos, por ejemplo, un lector medio, un tipo tranquilo, culto, de vida más o menos sana, maduro. Un hombre que compra libros y revistas de literatura. Bien, ahí está. Ese hombre puede leer aquello que se escribe para cuando estás sereno, para cuando estás calmado, pero también puede leer cualquier clase otra clase de literatura, con ojo crítico, sin complicidades absurdas o lamentables, con desapasionamiento. Eso es lo que yo creo. No quiero ofender a nadie. Ahora tomemos al lector desesperado, aquel a quien presumiblemente va dirigida la literatura de los desesperados. ¿Qué es lo que ven? Primero: se trata de un lector adolescente o de un adulto inmaduro, acobardado, con los nervios a flor de piel. Es el típico pendejo (perdonen la expresión) que se suicida después de leer el Werther. Segundo: es un lector limitado. ¿Por qué limitado? Elemental, porque no puede leer más que literatura desesperada o para desesperados, tanto monta, monta tanto, un tipo o un engendro incapaz de leerse de un tirón En busca del tiempo perdido, por ejemplo, o La montaña mágica (en mi modesta opinión un paradigma de la literatura tranquila, serena, completa), o si a eso vamos, Los miserables o Guerra y paz. Creo que he hablado claro, ¿no? Bien, he hablado claro. Así les hable a ellos, les dije, les advertí, los puse en guardia contra los peligros a que se enfrentaban. Igual que hablarle a una piedra. Otrosí: los lectores desesperados son como las minas de oro de California. ¡Más temprano que tarde se acaban! ¿Por qué?¡Resulta evidente! No se puede vivir desesperado toda una vida, el cuerpo termina doblegándose, el dolor termina haciéndose insoportable, la lucidez se escapa en grandes chorros fríos. El lector desesperado (más aún el lector de poesía desesperado, ése es insoportable, créanme) acaba por desentenderse de los libros, acaba ineluctablemente convirtiéndose en desesperado a secas. ¡O se cura! Y entonces, como parte de su proceso de regeneración, vuelve lentamente, como entre algodones, como bajo una lluvia de píldoras tranquilizantes fundidas, vuelve, digo, a una literatura escrita para lectores serenos, reposados, con la mente bien centrada. A eso se le llama (y si nadie le llama así, yo le llamo así) el paso de la adolescencia a la edad adulta. Y con esto no quiero decir que cuando uno se ha convertido en un lector tranquilo ya no lea libros escritos para desesperados. ¡Claro que los lee! Sobre todo si son buenos o pasables o un amigo se lo ha recomendado. Pero en el fondo ¡lo aburren! En el fondo esa literatura amargada, llena de armas blancas y de Mesías ahorcados, no consigue penetrarlo hasta el corazón como sí consigue una página serena, una página meditada, una página ¡técnicamente perfecta! Y yo se los dije. Se los advertí. Les señalé la página técnicamente perfecta. Les avisé de los peligros. ¡No agotar un filón!¡Humildad!¡Buscar, perderse en tierras desconocidas!¡Pero con cordada, con migas de pan o guijarros blancos! Sin embargo yo estaba loco, estaba loco por culpa de mis hijas, por culpa de ellos, por culpa de Laura Damián, y no me hicieron caso.

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>
La vida tienes sus lecciones sencillas,
cosas tales como:

¿Dónde se tiran los polvos que se atragantan por la casa,
o
las borracheras
de amistad arrepentida?

¿Qué será de la alergia de existir,
de una primavera estúpida de hace casi diez años
o de la rubia
que pasó a gatas
sin recordarte?

Hay besos con sabor a porro y éstos están prohibidos
pero ¡ay! si no hay cojones a saborearlos,
hasta dónde llegaría nuestra cuenta de banco.

Me dicen que escribo en rincones
y lo hago a ratos y a escondidas
son como una excepción del tiempo
como un polvo rabioso y desentrenado.

Creo en Bakunin
pero también en la mafia siciliana,
todos juntos o revueltos
parecen un grito atroz
un baile lascivo adolescente.

Temo que la vida me coja de costao
y la cornada me taladre
lo juro,
me taladre y no me recupere más tarde,

y mi semen sepa todo ácido,
olor a vísceras contrahechas de matadero senil
y mi lechuza asilvestrada
vuele bajo
o ya no vuele

y no tenga por hogar el páramo

sino la jaula de telaraña cromada,
una jaula de puta madre toda dispuesta
y hasta inclusive
en una esquina haga su pis y todo,

y no quiera salir más, allí mismo hable con desconocidos
esos viejos verdes dispuestos a envergarme,
ociosos cornudos y graciosos
que vengan a velar la pena del
pájaro memo.

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Héroe Local

> (fragmento de mi novela “Héroe Local”. Tiempo de lectura: 3 minutos)

Sabía mantener la vista fija como nadie. Elegía un objeto, lo poseía en su interior, lo tomaba, lo repetía mil veces. Lo estático. Su dominio. En el sexo, lo pasivo. Círculos. Pi. Sin fin. FIN.

Odiaba los finales.

– Odio los finales. No les soporto. Es Perecer. Imagínate, aquella aguja donde se posan las cigüeñas. Me planto y las domino. Ellas no me ven y pronto sabría más de ellas, cada movimiento instintivo, el rizado del plumaje, sería una más, así hasta confundirme, sin pulso, me nacerían las alas, volaría …

Lo dinámico parecía confuso. No era estable. Ser consciente de la perpetuidad de una posición, sus detalles.

– Te arrojas al cielo. Azul sin nubes. Limpio. Constante. Eyaculas. Terminas. Comienzas. Centras toda tu pasión en un momento fijo, tan inamovible. La recoges entre tus brazos y la besas. El beso es corto, pero si lo mantienes en la cabeza, lo congelas. Sabes, el beso resulta ser la aguja con las cigüeñas, vives y sólo vives para este beso, ni eso, es la imagen fija del beso que te repites. La vida es así. Sé parar el tiempo. Te miro, brillan los ojos y amo tu brillo, amo el momento.

Era el dominio del círculo. Señalaba las cigüeñas. Guiñaba los ojos al sol mientras lo repetía. Me había contado que mantuvo fija la mirada frente al espejo más de seis horas. Después se quedó dormido. Había memorizado su rostro y no podía olvidarlo. Memorizó el gesto, el reflejo, la luz, la piel, las cejas, mantuvo la impresión en la vigilia, la petrificó. Grabó el espejo. Durmió y el espejo siguió dentro.

Nunca creí su historia. Evidentemente exageraba. Sabía fijar la mirada, absorber al contrincante, desnudarlo, examinarlo. Media, tres cuartos, dos horas. No contra sí. Ni soñar con uno mismo.

Arrebato. Vampirismo. Pronunciaba detenidamente las palabras.

– Una vez – se reía – cuando conocí una tía, le propuse joder en silencio. La desnudé. La poseí. Se extrañó. ¿ Qué haces ?, en un descuido la até a la cama. La penetré. Al principio ella se resistió, pero cuando comprendió se mantuvo quieta. Y lo hicimos. Ves la cigüeña. No son horas. Es un siempre. Siempre estuvimos ella y yo, encima y debajo, en silencio, mirándonos la boca, gozando. Lo entiendes. Somos así.

Y se reía aún más.

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>¿Por dónde andará mi amigo Rafa? Todavía conservo sus versos, de una humanidad longeva y despreocupada. Hoy pregunté a Google y me dice (que todo lo sabe), que sí, que aún sigue allí, en Valladolid, mi tierra, atareado con sus cosas, con las de siempre, volcando con la gente y todo lo social.

El poeta Rafael Valdivieso hace más de una década me enseñó que la poesía se compromete siempre con la realidad. Le producían jocosidad los versos pulidos y bastardillos que se estudiaban en la Universidad, los profesores enfangados en la especulación crítica, etc. Es un hombre arremangado con los problemas que más nos duelen, y para él, las palabras no son sino la radiografía más pura y diáfana de lo cotidiano, de lo feo, pero sobre todo, de lo humano. Del hombre, fulanito de tal, que se estremece por el día a día. Por eso le encantaba (y supongo que le encanta) hablar con la gente, la gente más anónima y normal, y en cada uno de sus retratos, enfocar nuestras pequeñas cosas que nos mueven.

Espero algún día volver a cruzarme con sus versos.

_______________________

Cuando deseo tocarte
todas las moscas resultan odiosas
en torno a tu cuerpo.

a veces intento espantarlas de tus labios

con un beso rabioso,
pero tú no me sigues
y me pones en las manos
un montoncito de diminutos cadáveres.

Luego, cuando se ha hecho de noche
y estoy solo y confundido,
recuento lentamente mi secreto botín
de antiquísimos insectos.

Rafael Valdivieso (de Papel de Envolver)

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>

Poetas,
no hay problemas:
todo va de puta madre…

¿Todo va de puta madre?
Tó..vá..pú..má

….do..de..ta..dre.

¡Todo va de puta madre!
¡Qué trocaico tan sutil!

Rafael Valdivieso Ortega
(de “Papel de envolver”, Ediciones Errorodio Erroramo)
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