>Tomadas de la red, consultando a Google por perpetuum mobile. Ilustran mi cuento “El físico imaginario.”
¿Hermosas, verdad?
El físico imaginario (entrega 2 de 3)
>(continúa de mensajes anteriores. Tiempo de lectura: 7 minutos)
Entonces fue, que el alcalde, uno de los pocos letrados del villorrio, desvelado aquella misma noche, y a vueltas con el discurso del jovenzuelo, a la luz de la luna y acompañado por las voces de la corneja, pergeñó grandes luces y riquezas en toda aquella situación. Muy de mañana, a grandes zancadas se dirigió al granero, y allí mismo se lo encontró, perfeccionando su invento. Y le ofreció su colaboración. Él chaval miró a lo alto, se quedó pensativo y meditabundo por un momento y fue que instantes después aceptó su ayuda. Las palabras que utilizó parecieron como improvisadas a los oídos del alcalde, aunque si bien, habían sido preparadas con harto esmero durante las semanas anteriores. Delante de sus narices puso en marcha el mecanismo de un empujón, el alcalde dio un respingo, y la maquinaria comenzó su doloroso traqueteo, pero el ingenio se detuvo casi inmediatamente. Le dijo que siempre se pararía después del primer impulso debido a las fricciones y deficientes materiales utilizados en su construcción. Era simplemente un juguete que mostraba sus ideas, los principios de su física, y que necesitaría ayuda y financiación para construir un dispositivo que funcionase realmente. El alcalde aceptó inmediatamente, emocionado por el reto con lo que sellaron allí mismo el nacimiento de su sociedad y proyecto conjunto.
Pasaron las semanas. Fue una etapa feliz para el rapaz. Con la ayuda económica del alcalde los trabajos avanzaron rápidamente. Encerrado en su granero construía y construía febrilmente, dibujando y perfeccionando su obra.
Y por otro lado el alcalde no se quedó quieto esperando fuese rematado el proyecto. Bien mirado, la suma puesta a disposición era bien alta y convenía recuperarla y aumentarla cuanto antes. En sus viajes a la capital no dejó de relatar a todo quien se encontraba las excelencias del motor que construía su protegido. Tanta fe tenía en sus resultados. En su boca, repetía una y cientos de veces un mundo en el cual el carbón, el petróleo… serían inútiles porque el motor perpetuo se convertiría en una fuente inagotable de trabajo.
– ¡ Arrogante ignorante ! – no pude reprimir esta interjección. Me encontré a mi mismo devorando fieramente el postre, mientras escuchaba aquella sorprendente historia.
– Créasela punto por punto… efectivamente, la ignorancia suele ser atrvida consejera… aunque también el hambre y la miseria. Eran tiempos duros, sabe, para aquella región que subsistía sin electricidad ni infraestructuras de comunicación. El país entero vivía aislado, autárquico, sin fuentes de energía y por aquel entonces cualquier memo, prometiendo una fuente inacabable de energía, ¡ todo un sueño !, sería por lo menos escuchado con interés. La mezquindad de los burócratas dificultó inicialmente el proyecto, aunque aquel alcalde era persona ducha y tenaz en sus relaciones, y más pronto que tarde se las ingenió para convencer en los múltiples gabinetes del Ministerio a no sé que Vicesecrecario, que intrigado por aquella insensata historia decidió enviar un técnico cualificado, tan siquiera para elaborar un informe preliminar.
Y así fue: una fría tarde invernal, las sombras cernidas sobre el cierzo y las nubes encapotando el cielo, tuvo lugar la primera visita. Mientras el técnico del Ministerio, aterido y hastiado por los lugareños, no se separaba ni por un instante del brasero que a tan buen fin le habían proporcionado, la máquina dolorosamente comenzó su movimiento. Por un primer instante pareció detenerse, pero como impulsada por una fuerza maravillosa, no se paro, es más, continuó, con ritmo cansino aunque sostenido, ininterrumpidamente. Los presentes contuvieron un suspiro tenso y casi de puntillas abandonaron el granero. Y al día siguiente, cuando antes de partir a la capital, el técnico revisó la situación de la máquina, se la encontraron, con sus goznes y ruedas manteniendo su movimiento constante. Parecía milagroso, puesto que nadie más había entrado o salido del lugar, custodiado en todo momento por la autoridad del poblacho.
El técnico anotó todo aquello con celo y discreción, marchando además con un dibujo resumido del artefacto. Al cabo de una hora o así apareció el pupilo, puesto que no le habían permitido asistir a la demostración para evitar cualquier manipulación de su obra. El alcalde le abrazó paternalmente, vivamente emocionado por el desenlace, y le comentó la feliz noticia. Grandes dudas había albergado durante los días anteriores, creyendo no disponer para la fecha concertada de algún dispositivo que, cuanto menos, funcionase un breve instante. Pero el jovenzuelo no se alteró lo más mínimo ante sus palabras y le guiñó un ojo cómplice. Luego le llevó aparte y le señaló, entre la maraña de poleas, un cabestrante escondido, que subía hasta el piso superior del granero. Le confesó que allí había permanecido oculto, para manipular y accionar el mecanismo que mantenía en movimiento el motor durante la demostración. Aquello llenó de tristeza al alcalde, aunque pronto comprendería las buenas intenciones del zagal: únicamente un dispositivo en perfecto funcionamiento sería admitido como válido por parte del Ministerio. El chaval había ejecutado aquella malicia en aras de perfeccionar su mecanismo. Más, luego, le vino a la mente nuevas y más sesudas preguntas: ¿Cuánto le costarías las postreras mejoras?¿Y podría, con su modesto capital, financiarlas?
Pasadas las semanas, las noticias que llegaron del Ministerio fueron harto alentadoras. Se había creado una Comisión, encabezada por un importante Catedrático, sabio de prestigioso renombre. Se decía que el artefacto sería trasladado a la capital para ser allí estudiado con detenimiento. El alcalde, que aún albergaba sueños de fama y grandeza recibió a los periodistas de un noticiario nacional: los titulares decían, “Portento de la física inventa una máquina que revolucionará el mundo.”. Quizás, a causa de esta publicidad, comenzaron a llover cartas interesándose por el asunto. Amables piropos, estudiantes reclamando mayor información para sus tesis doctoral, empresarios deseando favorecer la constitución de una sociedad conjunta. Y finalmente, otra tarde lluviosa que parecía aplacar las primeras ráfagas primaverales, vestidos de gris (imitando la luz decaída), aparecieron ellos, en un lujoso Hispano Suiza. De su interior salieron, los cuatro entrajetados, fumando grandes habanos. Alquilaron la fonda entera para instalar allí su base de operaciones, y comenzaron a espiar día y noche todos los movimientos del muchacho. Sus trajes elegantes, de amplias solapas, sus gemelos de oro y los relojes de marca, relumbraban en la cantina, mientras hacían mil y una preguntas a todos. Al tercer día concertaron una entrevista. Comieron y bebieron en abundancia y tan solo al final, abrieron un maletín repleto de fajos de billetes.
– ¡ Mi máquina no tiene precio ! – les gritó enojado el muchacho y salió corriendo. Aunque la mirada del alcalde, desorbitada y convulsa parecía decir todo lo contrario. Y fue, que desde aquel día, las cosas fueron de mal en peor. El alcalde dejó de interesarse por el progreso de la máquina, como confiado de un resultado que de una u otra manera le resultaría siempre favorable: y pensaba que los altos sueños han de tener un precio, y que necesariamente éste ha de que ser también alto. Luego los entrajetados abandonaron el pueblo y el jovenzuelo supo que su máquina día a día iba siendo un poquito menos suya.
(finaliza en el próximo mensaje)
Camino de la vida canalla
>
El camino de la vida canalla nace cuando la vida dobla su esquina, y detrás de ella, de improviso, la muerte cimbrea sus cascabeles. Tengo un sabor de boca, estraño y desapacible. Todo es precario. Nada permanece.
Perdonad si mi estilo no es correcto. Si la calidad del poema tiembla. Son versos urgentes, que se rasgan por la madrugada. De la pesadilla misma. Como cuando el teléfono suena y trae malvadas noticias.
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Hubo tiempos para dividir mi cuerpo y la cabeza por nada.
Llamando a la puerta por sonreír con putas en cueros lanceolados.
También supe que llegaría el tiempo de la viuda negra:
El ritmo rasta de la vida canalla.
Y dije: viste, muchacho, lo que se cuece.
Cuando el dolor se alcance a reposar su vaso (entonces) / habremos llegado.
Cuando se pierda la sombra, y me desdoble en quebrantos,
los lloros de las adormideras (entonces) / habrán llegado.
Ahora tengo cuatro brazos,
y si las cuentas me salen
dormiremos al raso
nos aventan las desgracias
y nos crecen los enanos.
La vida canalla se presenta por si sola.
Nuestro cuerpo desnudo y fragmentado:
Sueño una maquinaria de preposiciones ciega.
Te daré mi abrazo, si la muerte llega.
El físico imaginario (parte 1 de 3)
>Hace cosa de un mes, apareció reseñado en el País una breve e interesante historia sobre un jovencillo (creo que indio) que engañó a sus paisanos haciéndolos creer que había sido seleccionado por la NASA en un examen para astronauta. Parece increíble, puesto que el chaval era un completo iletrado. La bola fue tomando tintes dramáticos, tales que la noticia llegó a oídos de un importante noticiario. Lo entrevistaron y el suceso transcendió. Así, engaño tras engaño, pudo convertirse en héroe nacional. Desgraciadamente, la realidad truncó sus aspiraciones. La historia tuvo un final triste.
Inspirándome en dicha anécdota, nació mi “Físico imaginario”. Que lo disfruten.
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Levantó su mirada del plato, pesada, huidiza, hartada por los años, cansada de los memos y sus discursos envalentonados. Sus carillos colgaban hoscos y abotagardos por los hidratos de carbono, las grasas con las que abundantemente aliñaba las comidas. Y luego sonrío. Fue la primera vez que lo hizo en toda aquella presentación, como si en algún momento inmediatamente anterior pero desconocido para mi, hubiera escuchado, por fin, la frase que saciará su apetito feroz de empresario. Me dijo:
– Escucha hijo. Hace muchos años, en una pequeña aldea leonesa pérdida entre las montañas, un rapaz desapareció sin decir esta boca es mía. Eso sí, cuando volvió al cabo de los meses, aunque nadie supo donde estuvo, portaba consigo algunos pliegos y carpetas con diseños singulares.
Entonces tomó una servilleta de papel y se enfrascó en un sesudo dibujo. Al cabo, giró su obra terminada y me la plantó con manifiesta satisfacción.
– ¿Qué es esto? – pregunté aparentemente interesado.
– ¿Pues no lo sabe aún? – interpeló su joven secretario -: Es un móvil perpetuo.
– … Un móvil perpetuo … – repetí casi automáticamente, intentando comprender las palabras.
– Sí. – y comenzó su breve explicación – Es decir, un ingenio que permite girar un motor de forma ininterrumpida y sin intervención externa o fuente de energía.
Aquello me parecía una burla. Repasé mis anquilosados conocimientos de Termodinámica. Allí, ocultas por la pátina de los acontecimientos, quedaron las clases de mi primer curso en la Escuela de Ingenieros… aunque en un rapto de clarividencia balbucee:
– Bueno… según recuerdo ahora… este tipo de máquinas son imposibles…quiero decir, físicamente. – y continuó hablando, aclarándose la voz previamente, como si mi comentario hubiera de pasar desapercibido.
– Éste en concreto, es un diseño de móvil perpetuo clásico, bastante ingenuo, todo sea dicho, los entendidos lo clasifican dentro del grupo de primera especie, puesto que viola la primera ley de la Termodinámica, imagino que la recuerde usted: la ley de la conservación de la energía. La ley dice que ésta no se crea ni se destruye, sino que únicamente se transforma. Pero aún así, desquició a muchos sabios del siglo XVI y engañó a otro muchos, tiempo después.
– ¡No entiendo a que viene esto! – Insistí cada vez más irritado. Entonces fue que aquel gordinflón se revolvió en su asiento, se limpió la grasa de su cara y me apuntó con su barbilla. Hizo un ademán decidido de querer irse.
Su secretario sonrío cínicamente, detuvo a su jefe con un brazo y me dijo:
– Ha sabido gratamente contarnos su propuesta durante nuestro encuentro en el restaurante, la cual hemos sabido escuchar con paciencia. Permítame que le relatemos ahora nuestra historia. Y luego verá si le sirve.
Me encogí de hombros pues necesitaba a toda costa aquel contrato. Mi proyecto y mi empresa carecían de capital. Aquella frase oportuna y mi gesto supieron aplacar la rabia contenida del empresario y como contagiado de una felicidad a la par simplona e hipnótica, elevó su copa de vino, hizo un brindis tontorrón y continúo con su relato.
– Sabe, joven, a pesar de la farragosa explicación necesaria para comprender el sentido de sus dibujos, y las razones que permitirían que la máquina nunca detuviese su trabajo, el jovenzuelo, dotado de una imaginación portentosa, acertó con la argumentación y táctica necesaria para convencer a los aldeanos y elevar así sus expectativas: Fue, por aquí y allá, exponiendo primeramente las maravillas de su engendro, en el bar de la mina, entre chatos, aguardientes y bastos, soportando el sopor de la borrachera donde perdió innumerables partidas al cinquillo a fin de conseguir que los lugareños entendiesen el elevado destino de su misión; En la botica, donde en su tertulia semanal el alcalde y el maestro se explayaron en un mar de preguntas sobre el beneficio y usos de dicho instrumento en la industria moderna; Y finalmente en la iglesia, donde en su sermón, el mismísimo párroco atisbó la magnánima gracia del Señor al haberles obsequiados con tan sabio mecanismo.
Luego así todos, en la aldea, recibieron con sorpresa como el jovenzuelo se encerró en el granero de la familia y trabajó incansablemente, y como, discurrido un mes, presentó a la comunidad su invención: Una suerte ininteligible de poleas y cabos mal anudados, ruedas dentadas y engranajes de madera que supuestamente giraban unidos entre sí, siguiendo una lógica confusa, que a tal efecto él hubo denominado, la física del ‘impetus’ de los cuerpos.
En resumen. Con vivo escepticismo los lugareños se acercaron para ser testigos de la primera demostración práctica del prototipo. El chaval comenzó a enjuagarles con sus palabras ingeniosas, sus ripios: pronto ya nadie tendría que desplazarse kilómetros andando para hacer el camino entre las vecindades, ni sería necesario el agua del riachuelo para poner en marcha la muela del molino. Aquel nuevo motor que giraría y giraría día y noche sin fin, haría todo aquel trabajo por todos ellos… y mucho más; Era un símbolo de lo tiempos modernos que revolucionarían toda la comarca atrasada y apartada de la civilización europea. Pero aquel día el motor no fue puesto en marcha. Y sin embargo, pese a este pequeño detalle, la sorna y duda iniciales se trastocaron misteriosamente. Las causas, no las sabemos a ciencia cierta, pero era innegable que una extravagante inquietud poseía el ánimo de los asistentes: la oportunidad de alcanzar por fin sus sueños de progreso, quizás fue lo que, en definitiva, precipitó a las simples gentes del lugar a creerse aquel aparatoso galimatías.
(Continuará en siguientes mensajes)
>Mi tierra.
>Recomendación cultural; en el Retiro pueden contemplar estos días una exposición de Sorolla sobre Castilla (os recomiendo visitarla siempre con luz de día, ya que la iluminación artificial de los cuadros desmerece los colores del pintor)
Esta Castilla que Antonio Machado glosara en sus versos. Que Azorín perfilara con su prosa. Que Unamuno abrasara en su pensamiento. Esta Castilla que va derramándose, desangrándose en hermosura, que triguea eterna, y que con los años, se nos envejece sin poder hacer nada. Mis pueblos se mueren. Ya lo sabéis.
Castilla es mi tierra. Yo me crié por aquellas lugares; no me preguntéis porqué, el otro día confesaba a mi amigo Santi que necesito ver siempre horizonte enfrente de mis ojos. Una línea sobre la cual reposar mis pensamientos. Él es un formidable leonés del norte, hombre de estructuras verticales, acostumbrado a las crestas, a los picachos, a la verdura. Yo, sin embargo, quisiera arrancar un trocito del páramo yermo para acercarlo a la ciudad.
León y Castilla, ambas tierras (y sin olvidar al Bierzo, otro día contaré cosas de él), salvando las fronteras políticas (que poco me importan), tienen en común un severo languidecimiento. Una penuria que dura ya varios siglos.
Soy emigrante. Marché de mi tierra. Por cobardía, tal vez. Por necesidad, seguro. Ahora me acoge una urbe, calzada de asfalto, de contaminación: es Madrid. Y los viejecitos, en aquellos pueblos permanentemente olvidados de la meseta y las montañas que rodean a Castilla, se nos mueren. Las casitas de adobe. Los palomares de Valladolid. Los trigales. Los visitamos de vacaciones, y nos sonríen, son gente honesta, sencilla, que no esperan más de la vida cuando ésta les ha pegado tantos revolcones. Llegamos ruidosos, con nuestros vehículos diesel ultramodernos y cuando nos queremos dar cuenta, marchamos en caravana. Y haya se quedan otra vez solos.
Para finalizar, otra recomendación: si tienen algún tiempo, tomen el camino de Támara de Campos, en la provincia de Palencia, muy cerca de Fromista. En 1039, tuvo lugar allí una singular batalla, que produjo la primera unión de castellanos y leoneses. La villa, ensartada en la historia, conserva tesoros singulares como el órgano de San Hipólito. Por cierto, está iglesia estuvo a punto de desaparecer hace una década.
Retratos de lo que fue una tierra de héroes. A caballo por la meseta. Una tierra, ahora frágil. No lo olviden.
Título del cuadro de Sorolla: “Tormenta en Peñalara. Segovia.”
>Las tetas.
>Lectores todos. ¿Recuerdan aquel encuentro (http://eloterodelalechuza.blogspot.com/2005/04/un-reencuentro.html) con un compañero de infancia? Me prometió enviarme textos para que los colgará en mi blog. Y ni corto ni perezoso. El otro día recibí esto: a juzgar por el contenido, comienza con buen pie… juzguen Vds.
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– Follar bien, tío, moral de caballero. A todos nos hace falta. Un buen culo donde menearse. Nada de pajas, ¿entiendes?, quiero decir que están muy bien cuando tienes quince años o no te jalas un roscón, pero nosotros debemos reivindicar las buenas costumbres: follar y follar.
Ya desde pequeños hubimos de demostrar unas dotes especiales al ojeo. Madroño y yo de pura risa nos mirábamos, abrumados de nuestro afán clasificatorio. Era un amante rápido, veloz, precavido a zancadillas, ajeno a imprudentes romanticismos. Su sexo era próximo a un proceso digestivo. Dotado, vidente orgiástico, entusiasta de lo retorcido.
Algo desentrenado, eso sí, últimamente. Tomando café, muy chistoso, recordaba las veces que juntos salimos de safaris. Los meses de verano ofrecían espectáculos poco habituales. Mangas amplias, escotes y vuelos, ceñidos, labios y pezones pronunciados. Entusiasta nato.
Claro que había cientos de leyendas, hermosos desvirgadores de hembras, orgías y todo lo demás. Me lo explicaba muy lentamente, repitiéndolo mil veces. Cada gesto, una palmada, la ceja que contraía, el botellín de Mahou en la mano.
– Hay que vivir.
Apoyado en la pared frente a mí, fumaba. Oteaba con sus ojillos verdes, acechaba. Era todo un deporte.
– Ellas sólo esperan para que tú las entres. Eres demasiado buenazo. Quieren hombres, no tímidos… mira esa, a que te gusta, debes pensar que te la vas a comer. Hay que hacerlas daño, de otra forma …
Hablaba así. Medio en broma o en serio, quién sabe.
– Claro que tiene razón. La tiene porque somos un par de mocosos con apenas veinte años, sin dinero, pero sobre todo con muchas ganas. Tiene la razón en que nuestras aspiraciones se reducen a bien poco: follar.
– Pero hay otras cosas.
– Costumbres burguesas.
– ¿ Cómo ?
– Tú y yo no tenemos coche. No hay pelas. No hay papi adinerado. No hay drogas. No hay emoción. A qué coño vamos a llegar. No quiero crecer, me jode verme trabajando y explotado, manteniendo a una esposa gorda, tres hijos, la hipoteca. No hay trabajo. no hay expectativas. Qué nos queda a nuestros veinte años. Lo sabes, justamente eso, los veinte.
Hay un ridículo juego consistente en creerse alguien importante, salir al centro, mirar los culos-culos, hablar con menosprecio. Pasear y creerse a sí mismo dueño. Pasear por la tiendas. Entrar y preguntar por un traje demasiado caro. Es nuestra estúpida destrucción, la de los llamados mediocres. Las tetas. Cientos de sujetadores transparentes, divertidos, ramificados.
– Leí que los pezones tienen conexiones nerviosas directas al clítoris de la mujer. Pueden sufrir espantosos orgasmos sencillamente si manoseas sus pezones.
No deseábamos crecer. Era fácil vivir sin más respondabilidades.
– Eres la hostia Madroño.
– Y tú un parao.
– Lo sé.
A los trece años perdió la inocencia ( así lo explica ) y nada pudo remediarse.
– Al principio yo también era como tú, dulce, amable … pero mira, que me las dieron, y me los pusieron. Tú no sabes lo que jode cuando te engañan, como cambias. Imagínate en un baile, y ves como alguien le soba las tetas, y ella dejándose como una puta. Te vuelves malo. Pero tú eres aún así.
Menudos consejos.
– Lo peor llega cuando imitas esta maldad. Te gusta hacer daño, el dolor físico nunca es comparable a nuestro propio e interno orgullo dañado.
– Pero todo puede pensarse de otra manera. Imagínate. Ella se deja. Bien, puede que no sepas como manejarla. Ellas son más inteligentes que nosotros, nos seleccionan, en realidad nos dominan, son casi monstruos …
– … con tetas.
Cuando se nos había subido lo suficiente el alcohol, discrepábamos sobre como debíamos actuar con ellas, y casi nunca llegamos a conclusiones definitivas. Ellas adornaban terriblemente sus deformes permanentes. Existían sonrisas cómplices entre nosotros. Cinemascope a nuestros ojos, hablando de cine o de cultura, se resbalaban nuestras miradas en su escote, y aunque ellas parecían no darse cuenta ( en verdad toda ), continuábamos jugando a mostrarnos dignos en apariencia, y por dentro, un fiero instinto se cegaba. Al final, como buenos chicos, siempre invitábamos, deseando escaparse algún beso furtivo.
La soledad del cosmonauta (I)
>Este es el poema de la semana; bueno, perdonadme, me paso el día con poemas, decidme si preferís algún cuento o texto largo.
Pues eso; En noviembre del año pasado, leía, como era costumbre www.ariadna-rc.com. Es una revista fantástica, os lo prometo (otro día os contaré como les conocí en vivo y directo). Un bastión de creatividad y buen gusto de la mejor literatura en Internet. Palabra, que no me gano gana por hacerles publicidad.
Pues allí, proponían un número especial, que titularon LA SOLEDAD DEL COSMONAUTA, un número inspirado en los primeros vuelos orbitales y las sensaciones de sus viajeros. Y solicitaban colaboraciones. Tuve la fortuna de que aceptasen la mía, tres poemas. Aquí os presento el primero de la serie, aunque no perdáis la oportunidad de visitar su sitio web, es imprescindible.
A base de sueños siderales
y mantecas luminiformes
he postergado comidas y delicatesem en el espacio
hoy rozo la yema del creador enseñoreado
y masturbo la sementera de mi traje hermético
hoy soy un guiñol del espacio
y bebo el ámbar del viento solar a solas
hoy repaso el crucigrama de pilotos verdes azules o rojos
dibujando la quimera de mi corazón galvanizado
hoy veo crecer la hierba galáctica por mis entrañas
alunizando entre mares cartografiados por la nostalgia;
A veces reposo estos pequeños paseos a escondidas
(en la soledad más absoluta)
recapitulo lloros insomnes de sonda
parecidos a las ondas hertzianas de viejas estrellas desaparecidas.
RETAZOS DE PRISIÓN (relato circular)
>A veces le llamaban y repetía sus palabras fonemas recibidos y repetía sus caracteres como si de símbolos escritos tratasen sus golpes en la pared tam tam taneaban voces y expresiones esperaban una respuesta al menos la habían esperado y detrás su respiración cuanto más veces algún paso que alimentar por la pequeña portezuela arroz blanco con patata pensaban que se pasaría horas ensimismado ni tan siquiera conocía otras noticias o sin periódicos de por la mañana eran guardias bastantes largas semanas en verdad esperando aquellos restos de comunicación ciertas misivas le preguntaban su nombre y el color de su pelo su madre o si tenía hermanos pequeños -¡ bebamos a tu salud !- y reían en aquellas partidas largas muy largas que hubo camaradería vacíos llenos por bromas a cual más repulsiva saludos en la oscuridad enrejada cigarros entregados a escondidas en busca de alguna respuesta cortés al conmiserarse por sus penas de aquel singular castigo de silencio lo particular de cada crimen que cometió y qué sucedió no más tan siquiera una barbaridad o que les permitiese disfrutar arrancando ramitas hasta asomándolas por los barrotes pero aún así nada ni una palabra sino golpes imitando los guardias tan sólo tam tam taneando insistente a sus preguntas malévolas o dulces si se mostraban amables rasguños y la respiración jadeando casi como brisa indiferente al presidio qué miserable aquella existencia se confirmaban en sus discusiones que tan dilatado castigo quedaría pronto relevado por un nuevo grupo de soldados custodios o policía y sus familias tal vez preocupadas hartas de nunca disfrutar de aquellos sus maridos los niños que habían crecido no es razón a sus edades estos meses sin noticia de otro nuevo equipo el juez no vino nunca tampoco nadie a preguntar por su estado cada vez más esos torpes golpes les estaban cansando y si le llamaban empezaban a distinguir su estado de humor e incluso como fonemas de veras al principio les sorprendía cada vez eran débilmente más claros al esforzarse rumores próximos a exclamaciones de aviso susurros impacientes iban percibiendo ya le permitían torpes no interrumpidos monólogos llenos de nuevas expresiones absurdas desconocidas que del mismo retrato vocal repitiese siempre los golpes agolpados en su discurso para decidir si tan sólo escucharle al comprender aquella ansiedad y llegar al fin el preso a sus mentes olvidando casi todo el resto de fuera inclusive la custodia misma que debieron de pasar muchos meses sin otras noticias llegando y sus amigos de seguro más preocupados y sus mujeres insomnes dando vueltas en la cama únicamente este soliloquio lejanos de cualquier otro pensamiento no más que perdidas partidas al tute las noches se turnaban particularizando aquel nuevo lenguaje practicándolo a escondidas arrancando a su misma historia miles de millones de veces repetidas otro pequeño fragmento nuevo hasta poco a poco de conocer ya por fin a todos sus protagonistas conocieron las falsas esperanzas de la voz propia del preso si de leyenda reflejando la historia de unos/estos guardianes presos que lejos de casa entregan y entregarían su función aquella voz golpeando finalmente sobre ellos mismos para descubrir a los verdaderos penados como ellos siendo señalados por el propio relato no finito como presos en verdad y detrás como única salida su voz boca la radical salida y es huida y este relato en aquella historia descrito en la ruta en la cual no tienen ningún otro acceso diferente porque a veces le llaman y repetía sus palabras fonemas recibidos y repetía sus caracteres como si de símbolos escritos tratasen
Nana para Raquel
>El cuento decía así:
“Esta pasada semana ha sido dramática por motivos personales. A estas horas, Raquel dormita en una cama de Hospital. Quisiera acunar su duermevela y con mi vocecita, acurrucar su corazón dolorido. Por eso escribí mis versos…
Ya sabrás porque
el lobo no existe, y
la comadreja tiene dientes afilados, y
mi vida,
pienso enviarte la Luna.
Cuando pares y escuches las cornejas
tendrás dieciséis razones para permanecer
viva.
Otras tantas te daré más
si cierras los ojos y
me besas.”
Propuesta de lectura para la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión
>Es temporada de Feria del libro Antiguo y de Ocasión, en concreto, siempre visito las de Valladolid (en el Campo Grande) o Madrid (en Recoletos).
Qué bien, ¿verdad?
Recuerdo que en una de estas compré, hace años, “Diario de una resurección”, que fue la última obra de Luis Rosales.
Cuando leí este libro, os prometo, que descubrí en su madurez literata y serenidad, un camino emocionante para recorrer, de creador, y de poeta total.
Para animaros a leer el libro os añado este poema.
He caído tantas veces que el aire es mi maestro;
sólo puede acabarse lo que al vivir se olvida,
si nuestro amor fue siempre como una despedida,
cuando todo termine quedará lo más nuestro.
Ya he empezado a morir paara aprender a verte
con los ojos cerrados y pienso que es mejor,
para toda la vida no basta un solo amor,
tal vez el nuestro sea para toda la muerte.