Ella era
los mares de la América reunidos bajo todo su nombre
como los cerrillos nevados de los Andes
las arroyadas del Amazonas
la planicie Patagónica
y mucho más lejos;
Cuando yo llegué me dije
si la luz habría de detenerse
y si acaso sean las horas
tan siquiera para encender una hoguera
y llenar mi vacío con su eco
y sus besos
Ella era
el futuro y el pasado, pero era sobre todo un presente tan estrecho
ese que nadie sabría acertar a mirar a su través
salvo yo:
El de las saeteras que se utilizan para defenderse del que acecha
El de las celosías que custodian a las moritas de sus amantes
El de la aguja de Notre Dame
cayendo,
la que yo vi
Ella era
aquel fuego que se consumió
y las cenizas
que fue una tarde en París
en un motel que daba al Sena.